El rostro de la Beata Ana de los Ángeles Monteagudo
Por Dante E. Zegarra López
En unas cuantas horas más,
expertos peruanos y brasileños nos presentarán la imagen del rostro que debió
tener la beata sor Ana de los Ángeles Monteagudo. Será presentado, al recordarse
330 años del tránsito de la venerable monja catalina.
La imagen digital se ha efectuado tras los análisis
odontológicos, antropológicos forenses y la digitalización en 3D por
fotogrametría, con software de código abierto, sobre el cráneo de la Beata que
se mantienen en una urna en el altar que se levantó previa a su beatificación,
en el templo del monasterio de Santa Catalina.
Anteriormente, en Brasil y
luego en Perú, se realizaron estudios similares para obtener las imágenes
digitales de los rostros de Santa Rosa de Lima y de San Martín de Porras.
La imagen digital obtenida
del rostro de Santa Rosa de Lima, en líneas generales tiene un gran parecido
con la que pintara Angelino Medoro, pocos minutos después de la muerte de la
santa limeña en 1617. Obviamente la imagen digital presenta un rostro de una
persona viva, mientras que el retrato el de la santa, el rostro de ella muerta.
La diferencia está dada
por uso de los parámetros matemáticos empleados en la imagen digital con la
apreciación artística del retrato. En ambos casos la imagen plasmada es de una
joven de apenas 31 años.
En cuanto a cómo lucirá la
imagen de la Beata Ana de los Ángeles Monteagudo, obtenida digitalmente en base
a su cráneo, dependerá de un factor adicional: el de la edad en que se la
quiera presentar. Hasta ahora, las imágenes escultóricas no han logrado plasmar
el real rostro de la Beata.
Existen hasta dos imágenes
contemporáneas de la Beata arequipeña. Una en la que se la presenta de
rodillas, en actitud orante, en la celebración de la Santa Misa. El hecho
comprobado históricamente fue plasmado por un pintor, que el Chantre de la
Catedral, Diego de Vargas Machuca, que ofició la Misa, había introducido en el
recinto monacal para obtener tal imagen.
La otra imagen de la
Beata, es un retrato de ella, pintado minutos después de su muerte el 10 de
enero de 1686. En ella, el rostro sereno de la religiosa, ligeramente alargado
por rigor mortis, presenta las arrugas de la piel de una octogenaria. No
existen datos sobre la identidad del pintor ni de su calidad artística, como en
el caso de Angelino Medoro que pintó a Santa Rosa de Lima.
Existe en el monasterio de
Santa Catalina, una tercera imagen idealizada de la Beata al pie de un naranjo
que fue plasmada por Antonio Guzmán en los primeros años de 1900 y empleada en
el acto de beatificación el 2 de febrero de 1985.
Como la misma sor Ana de los Ángeles Monteagudo anunció, su
muerte ocurrió a las 7 de la mañana del jueves 10 de enero de 1686. Murió sin recibir la Eucaristía ni la
Extremaunción, con el Rosario entre las
manos, como cuando estaba viva y sin la
presencia en su celda de la imagen de su patrono San Nicolás de Tolentino, que
la había enviado a casa del capellán del monasterio, licenciado Marcos de
Molina. Poco tiempo antes de morir
dispuso la entrega de un real para que se celebrase la Misa por el alma de una
indígena difunta.
Miles de personas se congregaron ante el templo y las
puertas del monasterio de Santa Catalina para darle el último adiós a la Madre
Monteagudo. El sábado 12 de enero, su cuerpo fue sepultado en el piso de tierra
del Coro al pie del asiento de la Priora. Su compadre y sacristán cubrió su
cuerpo con agua y cal. No fue necesario embalsamarla porque, según el Deán de
la Catedral de Arequipa, Luis Sánchez Carrascoso despedía una singular y
agradable fragancia, su lengua estaba fresca.
A los diez días de su muerte, el obispo Antonio de León
dispuso la celebración de las solemnes exequias, encargando el Panegírico al
jesuita Juan Alonso de Cereceda, Rector del Colegio de la Compañía de Jesús en
Arequipa, que luego fue impreso en Lima.
El 19 de julio de 1686, las religiosas de Santa Catalina
solicitaron la apertura del Proceso de Beatificación de sor Ana, con el
beneplácito del obispo Antonio de León.
El 29 de octubre de ese mismo año, el obispo Antonio de
León dispuso el traslado de los restos mortales de la Madre Ana. Además de los
prebendados de la Catedral estuvieron presentes el médico doctor José del
Corral y el cirujano Antonio de Mendoza. Ellos vieron su cuerpo entero y sano
pese a que el hábito quedó convertido en hilachas. El médico y el cirujano
reconocieron que el cadáver estaba exento de corrupción. Le cambiaron de ropa y
lo colocaron en el mismo lugar.
El 22 de enero de 1731 los restos fueron trasladados, en
una caja forrada con plomo, a un sepulcro en la pared izquierda, al pie del
altar de Jesús Nazareno. El 20 de junio
de 1817 casualmente quedó al descubierto la caja carcomida que tenían los restos
de la Madre Monteagudo. Se trasladaron a una nueva caja forrada con plomo. El 9 de enero de 1950, el arzobispo José
Leonardo Rodríguez Ballón dispuso un cuarto traslado de los restos, a un lugar
ubicado a la izquierda entre el enrejado del Coro Bajo. Finalmente el 22 de enero de 1985, el arzobispo
Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio S.J. los hizo colocar en el interior de una
urna de madera, en un altar construido en el lado izquierdo del templo del
monasterio.
(Arequipa, 9 enero 2016)

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