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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

lunes, enero 15, 2018


El rostro de la Beata Ana de los Ángeles Monteagudo
Por Dante E. Zegarra López

En unas cuantas horas más, expertos peruanos y brasileños nos presentarán la imagen del rostro que debió tener la beata sor Ana de los Ángeles Monteagudo. Será presentado, al recordarse 330 años del tránsito de la venerable monja catalina.
La imagen digital se ha efectuado tras los análisis odontológicos, antropológicos forenses y la digitalización en 3D por fotogrametría, con software de código abierto, sobre el cráneo de la Beata que se mantienen en una urna en el altar que se levantó previa a su beatificación, en el templo del monasterio de Santa Catalina.
Anteriormente, en Brasil y luego en Perú, se realizaron estudios similares para obtener las imágenes digitales de los rostros de Santa Rosa de Lima y de San Martín de Porras.
La imagen digital obtenida del rostro de Santa Rosa de Lima, en líneas generales tiene un gran parecido con la que pintara Angelino Medoro, pocos minutos después de la muerte de la santa limeña en 1617. Obviamente la imagen digital presenta un rostro de una persona viva, mientras que el retrato el de la santa, el rostro de ella muerta.
La diferencia está dada por uso de los parámetros matemáticos empleados en la imagen digital con la apreciación artística del retrato. En ambos casos la imagen plasmada es de una joven de apenas 31 años.
En cuanto a cómo lucirá la imagen de la Beata Ana de los Ángeles Monteagudo, obtenida digitalmente en base a su cráneo, dependerá de un factor adicional: el de la edad en que se la quiera presentar. Hasta ahora, las imágenes escultóricas no han logrado plasmar el real rostro de la Beata.
Existen hasta dos imágenes contemporáneas de la Beata arequipeña. Una en la que se la presenta de rodillas, en actitud orante, en la celebración de la Santa Misa. El hecho comprobado históricamente fue plasmado por un pintor, que el Chantre de la Catedral, Diego de Vargas Machuca, que ofició la Misa, había introducido en el recinto monacal para obtener tal imagen.
La otra imagen de la Beata, es un retrato de ella, pintado minutos después de su muerte el 10 de enero de 1686. En ella, el rostro sereno de la religiosa, ligeramente alargado por rigor mortis, presenta las arrugas de la piel de una octogenaria. No existen datos sobre la identidad del pintor ni de su calidad artística, como en el caso de Angelino Medoro que pintó a Santa Rosa de Lima.
Existe en el monasterio de Santa Catalina, una tercera imagen idealizada de la Beata al pie de un naranjo que fue plasmada por Antonio Guzmán en los primeros años de 1900 y empleada en el acto de beatificación el 2 de febrero de 1985.
Como la misma sor Ana de los Ángeles Monteagudo anunció, su muerte ocurrió a las 7 de la mañana del jueves 10 de enero de 1686.  Murió sin recibir la Eucaristía ni la Extremaunción,  con el Rosario entre las manos, como cuando estaba viva  y sin la presencia en su celda de la imagen de su patrono San Nicolás de Tolentino, que la había enviado a casa del capellán del monasterio, licenciado Marcos de Molina.  Poco tiempo antes de morir dispuso la entrega de un real para que se celebrase la Misa por el alma de una indígena difunta.
Miles de personas se congregaron ante el templo y las puertas del monasterio de Santa Catalina para darle el último adiós a la Madre Monteagudo. El sábado 12 de enero, su cuerpo fue sepultado en el piso de tierra del Coro al pie del asiento de la Priora. Su compadre y sacristán cubrió su cuerpo con agua y cal. No fue necesario embalsamarla porque, según el Deán de la Catedral de Arequipa, Luis Sánchez Carrascoso despedía una singular y agradable fragancia, su lengua estaba fresca.
A los diez días de su muerte, el obispo Antonio de León dispuso la celebración de las solemnes exequias, encargando el Panegírico al jesuita Juan Alonso de Cereceda, Rector del Colegio de la Compañía de Jesús en Arequipa, que luego fue impreso en Lima.
El 19 de julio de 1686, las religiosas de Santa Catalina solicitaron la apertura del Proceso de Beatificación de sor Ana, con el beneplácito del obispo Antonio de León.
El 29 de octubre de ese mismo año, el obispo Antonio de León dispuso el traslado de los restos mortales de la Madre Ana. Además de los prebendados de la Catedral estuvieron presentes el médico doctor José del Corral y el cirujano Antonio de Mendoza. Ellos vieron su cuerpo entero y sano pese a que el hábito quedó convertido en hilachas. El médico y el cirujano reconocieron que el cadáver estaba exento de corrupción. Le cambiaron de ropa y lo colocaron en el mismo lugar.
El 22 de enero de 1731 los restos fueron trasladados, en una caja forrada con plomo, a un sepulcro en la pared izquierda, al pie del altar de Jesús Nazareno.  El 20 de junio de 1817 casualmente quedó al descubierto la caja carcomida que tenían los restos de la Madre Monteagudo. Se trasladaron a una nueva caja forrada con plomo.  El 9 de enero de 1950, el arzobispo José Leonardo Rodríguez Ballón dispuso un cuarto traslado de los restos, a un lugar ubicado a la izquierda entre el enrejado del Coro Bajo.  Finalmente el 22 de enero de 1985, el arzobispo Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio S.J. los hizo colocar en el interior de una urna de madera, en un altar construido en el lado izquierdo del templo del monasterio.

(Arequipa, 9 enero 2016)