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Desde
hace algo más de un mes, el país vive una campaña destinada a lograr que los
peruanos respetemos la exactitud de la hora. Impulsada por el Grupo del Deber y
el Acuerdo Nacional tiene como frase emblemática: "Respetos guardan
respetos, el impuntual ofende".
La
campaña cívica está concebida para resaltar los valores deberá continuar hasta
el 28 de julio según oportunamente se anunció. El valor de la puntualidad es la
disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita del
trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo
pendiente por entregar.
El
valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de
carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en
condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser
merecedores de confianza.
Pero
al parecer a nivel nacional, la campaña aún no logra desterrar la mal llamada
“Hora Cabana” que se hizo proverbial en el gobierno anterior y que implicaba un
atraso de varias horas de la prevista.
En
donde se advierte más esta situación es en el Congreso de la República , donde cada
uno de los “padres de la Patria ”,
considerándose más importante que su vecino, trata, neciamente de sobresalir
con su atraso.
También
en nuestra ciudad, la impuntualidad va reforzando la mala costumbre de hacer
esperar. Hay autoridades que tienen por norma presentarse con no menos de
treinta minutos de atraso. Se sienten que con ello, con la espera de los
ciudadanos, más importantes.
Lo
más grave es que muchas veces son esas autoridades las que convocan las
reuniones en sus propias dependencias y, a pesar de ello, llegan tarde. En el
colmo de lo que bien se puede calificar de grosería, descargan su ironía sobre
quienes de una u otra forma les observan su conducta. Su incapacidad manifiesta
por reconocer su error los descalifica como autoridades y como servidores
públicos. Se olvidan que ellos ejercen los cargos que detentan para servir al
ciudadano.
Personalmente
estimo que no hay peores imperfecciones que la grosería, y la impuntualidad.
La
impuntualidad manifiesta mala educación y es un robo del tiempo de las demás
personas. Por el contrario, la persona puntual expresa su respeto y consideración
hacia el otro.
Ahora
bien, todos podemos ser puntuales. Puntual es el que hace las cosas
oportunamente, en razón al tiempo. Quien no es puntual, actúa así únicamente
por un mal hábito. Conozco personas que casi siempre son impuntuales aún pudiendo
y teniendo los medios para evitar tal mala crianza. Llegan, aunque sea, cinco minutos
más tarde, pero no a la hora. Es evidente que podrían esforzarse para salir de
sus casas cinco o diez minutos antes de lo que acostumbran, pero encuentran
siempre algo urgente que hacer antes salir a su cita.
Pero
quienes resultan extremadamente imposibles, en materia de puntualidad, son la
mayoría de las autoridades civiles. Con gran majadería buscan notoriedad a
través de la práctica de la impuntualidad, sin darse cuenta que ello refleja la
escasa o nula organización de su tiempo, de planeación en sus actividades, y
por supuesto de una agenda.
Dante E. Zegarra López
Diario Arequipa al día 13 abril 2007

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