Estimado(a) Lector(a):
En el calor y el fragor de las
contiendas se cometen muchos atropellos y arbitrariedades que agravan más las
iniquidades de las guerras. Eso ha sido una constante en la historia de la
humanidad, incluso hasta nuestros días.
Por lo general el vencedor de una
contienda de armas despoja a su adversario de sus símbolos más queridos y
representativos. En la historia, esos trofeos de guerra fueron los hijos de los
generales vencidos, las mujeres e hijas, las banderas de guerra, las espadas o como
en el caso de la guerra que hizo Chile contra el Perú, los libros.
La Biblioteca Nacional del Perú, al
momento de la guerra del Pacífico, era sin duda alguna la joya más preciada que
la intelectualidad peruana exhibía.
Su importancia quedó manifiesta desde
su creación el mismo día de la jura de la Indpendencia Nacional y se hizo
palpable con su inauguración el 17 de septiembre de 1822. La importante labor
que realizó su primer director el cura arequipeño Mariano José Teodoro Arce y
Bedrigal le permitió reunir 11,256 volúmenes
Estos libros pertenecieron a las bibliotecas de la
Universidad Mayor de San Marcos, comunidades religiosas, principalmente la de
los jesuitas; donativos de Bernardo Monteagudo, Hipólito Unánue, José Joaquín
de Olmedo, Pérez de Tudela y, en especial, la biblioteca particular del
libertador José de San Martín, en un total de 762 volúmenes, 101 cuadernos, 6
libros en blanco, 84 cartas geográficas, grabados y planos.
Cuando Lima sufrió la ocupación por
parte de las fuerzas chilenas, entre 1881 y 1883, su colección estaba
constituida por 56.127 volúmenes, que incluía valiosas ediciones de la Biblia,
clásicos griegos y latinos, incunables europeos, ediciones plantinianas,
elzeverianas, manuscritos notables, entre ellos procesos de la Inquisición,
memorias de virreyes, documentos sobre la Compañía de Jesús, entre otros;
colección reducida de manera significativa, conforme lo consigna Ricardo Palma,
encargado de la reconstrucción de la Biblioteca, en su informe al Ministro de
Justicia, el 12 de noviembre de 1883: "La Biblioteca no existe; pues de
los cincuenta seis mil volúmenes que ella contuvo sólo he encontrado
setecientos treinta y ocho...", afirmó el tradicionalista.
Tras la vergonzosa expoliación ha
llegado, con el paso del tiempo, el momento de la restitución. Posición esta
que fue planteada y alentada por 77 intelectuales chilenos, peruanos y
bolivianos que enviaron una carta en la que se demandaba al Gobierno de Chile
la restitución de los textos.
La restitución del latrocinio en breve
será una realidad. Y simbólico de este hecho es que una ciudadana chilena de
apellido Palma (Nivia) directora de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile
tenga la responsabilidad de hacer tangible tal restitución.
No se sabe cuántos miles de libros
serán devueltos a la Biblioteca Nacional. Tampoco se conoce si entre los libros
que retornarán al Perú, figuran los que se llevaron de ciudades como Arequipa,
donde las huestes invasoras permanecieron.
En los fondos de la Biblioteca
Nacional de Chile, por citar un solo caso, se encuentra el Libro de
Exposiciones de la Academia Lauretana de Arequipa. Los estudiosos peruanos
difícilmente han tenido en 126 años, acceso a ese documento. Años atrás, para
realizar un trabajo conjunto con mi recordado y fallecido amigo y maestro,
Gustavo Quintanilla Paulet, logré que un amigo historiador chileno nos
consiguiera y remitiera una cinta de microfilm de sus páginas, donde figuran
los resultados de los exámenes que los estudiantes de esa Academia.
Sería conveniente que tanto la
Municipalidad de Arequipa y el Gobierno Regional se interesaran por lograr que
entre los trofeos de guerra que serán devueltos al Perú se incluyeran los que
fueron sustraídos de Arequipa.
Dante E. Zegarra López
Diario Arequipa al día 14 abril 2007

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