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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

domingo, enero 21, 2018

La Carta del Director: Un gesto de honor


La Carta del Director: Un gesto de honor


Estimado(a) Lector(a):
En el calor y el fragor de las contiendas se cometen muchos atropellos y arbitrariedades que agravan más las iniquidades de las guerras. Eso ha sido una constante en la historia de la humanidad, incluso hasta nuestros días.
Por lo general el vencedor de una contienda de armas despoja a su adversario de sus símbolos más queridos y representativos. En la historia, esos trofeos de guerra fueron los hijos de los generales vencidos, las mujeres e hijas, las banderas de guerra, las espadas o como en el caso de la guerra que hizo Chile contra el Perú, los libros.
La Biblioteca Nacional del Perú, al momento de la guerra del Pacífico, era sin duda alguna la joya más preciada que la intelectualidad peruana exhibía.
Su importancia quedó manifiesta desde su creación el mismo día de la jura de la Indpendencia Nacional y se hizo palpable con su inauguración el 17 de septiembre de 1822. La importante labor que realizó su primer director el cura arequipeño Mariano José Teodoro Arce y Bedrigal le permitió reunir 11,256 volúmenes
Estos libros  pertenecieron a las bibliotecas de la Universidad Mayor de San Marcos, comunidades religiosas, principalmente la de los jesuitas; donativos de Bernardo Monteagudo, Hipólito Unánue, José Joaquín de Olmedo, Pérez de Tudela y, en especial, la biblioteca particular del libertador José de San Martín, en un total de 762 volúmenes, 101 cuadernos, 6 libros en blanco, 84 cartas geográficas, grabados y planos.
Cuando Lima sufrió la ocupación por parte de las fuerzas chilenas, entre 1881 y 1883, su colección estaba constituida por 56.127 volúmenes, que incluía valiosas ediciones de la Biblia, clásicos griegos y latinos, incunables europeos, ediciones plantinianas, elzeverianas, manuscritos notables, entre ellos procesos de la Inquisición, memorias de virreyes, documentos sobre la Compañía de Jesús, entre otros; colección reducida de manera significativa, conforme lo consigna Ricardo Palma, encargado de la reconstrucción de la Biblioteca, en su informe al Ministro de Justicia, el 12 de noviembre de 1883: "La Biblioteca no existe; pues de los cincuenta seis mil volúmenes que ella contuvo sólo he encontrado setecientos treinta y ocho...", afirmó el tradicionalista.
Tras la vergonzosa expoliación ha llegado, con el paso del tiempo, el momento de la restitución. Posición esta que fue planteada y alentada por 77 intelectuales chilenos, peruanos y bolivianos que enviaron una carta en la que se demandaba al Gobierno de Chile la restitución de los textos.
La restitución del latrocinio en breve será una realidad. Y simbólico de este hecho es que una ciudadana chilena de apellido Palma (Nivia) directora de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile tenga la responsabilidad de hacer tangible tal restitución.
No se sabe cuántos miles de libros serán devueltos a la Biblioteca Nacional. Tampoco se conoce si entre los libros que retornarán al Perú, figuran los que se llevaron de ciudades como Arequipa, donde las huestes invasoras permanecieron.
En los fondos de la Biblioteca Nacional de Chile, por citar un solo caso, se encuentra el Libro de Exposiciones de la Academia Lauretana de Arequipa. Los estudiosos peruanos difícilmente han tenido en 126 años, acceso a ese documento. Años atrás, para realizar un trabajo conjunto con mi recordado y fallecido amigo y maestro, Gustavo Quintanilla Paulet, logré que un amigo historiador chileno nos consiguiera y remitiera una cinta de microfilm de sus páginas, donde figuran los resultados de los exámenes que los estudiantes de esa Academia.
Sería conveniente que tanto la Municipalidad de Arequipa y el Gobierno Regional se interesaran por lograr que entre los trofeos de guerra que serán devueltos al Perú se incluyeran los que fueron sustraídos de Arequipa.
Dante E. Zegarra López
Diario Arequipa al día 14 abril 2007