dante1944

Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

martes, enero 23, 2018


¿QUIÉN HIZO LA MARAVILLA?














Dante E. Zegarra López
Movimiento de Cursillos de Cristiandad – Arequipa
dezegarra@gmail.com


AAA     Archivo Arzobispal de Arequipa
LACE   Libro de Actas del Cabildo Eclesiástico

SUMARIO
I.          EL ORIGEN: UN INCENDIO
II.         NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
III.        UNA CUSTODIA PARA AREQUIPA
IV.        UNA CUSTODIA PREMIADA
V.         LA CUSTODIA
VI.        EN AREQUIPA
VII.       UN POEMA FINAL




I.          EL ORIGEN: UN INCENDIO
Era domingo, el 1 de diciembre de 1844. Habían pasado 50 minutos de la celebración de la última Misa. Faltaban diez minutos para el mediodía. De pronto la ciudad se inquieta, se alarma. La campana mayor de la Catedral, comenzó a tocar a rebato. La gente se concentra en la plaza mayor, como cada vez que llama a rebato. Esta vez no era una revolución. Era un dantesco incendio que convertía en cenizas lo que contenía el monumental edificio de la Catedral, que, aunque tenía 21 metros menos que en la actualidad, resaltaba por su blanca solidez.
Las llamaradas y las nubes de humo, estallaban, salían por las ventanas y cubrían todo el edificio. El fuego había comenzado en el Altar Mayor y pronto de propagó a través del cortinaje, los muebles, los catorce retablos del templo, el coro, los dos órganos y las sacristías. La Catedral de Arequipa, se había convertido en una hornaza porque el fuego derritió copones, cálices, patenas, la Custodia y otras alhajas. Al mismo tiempo el fuego la convirtió en una pira funeraria, en la que se consumieron hostias consagradas.
«Hombres y mujeres llevaban cántaros y barriles de agua para apagar el fuego, y de una acequia contigua se desbordaron los cauces para con su caudal anegar las naves. Sólo después de la una y media de la tarde pudo calmarse el siniestro. Pero las bóvedas y las columnas del templo quedaron calcinadas, y perdidas las reliquias, obras de arte y hermosos retablos de la iglesia, así como la galería de retratos de sus obispos.»
Tres días después del siniestro un consternado obispo, José Sebastián de Goyeneche y Barreda dirigió a su grey una Pastoral sobre el incendio, y dieciséis días después de ésta,  escribió  a su Santidad Gregorio XVI informándole de lo sucedido «atribuyéndolo humildemente, no a los delitos de su rebaño sino a los propios».
El jueves 19 de diciembre, comenzó la limpieza de los escombros. Esos trabajos concluyeron el jueves 24 de abril de 1845. El obispo Goyeneche asumió el costo que demandó. Luego se iniciaría el proceso de reconstrucción de arcos, columnas, coro y la ampliación del templo. Todo estaba previsto para que los trabajos se concluyeran a finales de 1846. Lamentablemente el sábado 26 de septiembre se desplomaron, sin causa aparente, dos columnas y gran parte del edificio antiguo y con ello se perdió la inversión hecha hasta ese momento, de 30 mil pesos. Sólo se salvaron el edificio nuevo y los muros colaterales.

II.         NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
Tal como señala el refrán popular, a la distancia en el tiempo,  podemos afirmar que no hay mal que por bien no venga.
Lo acaecido el 1 de diciembre de 1844 y lo sucedido el 26 de septiembre de 1846, sirvió primero, reformular los trabajos de reconstrucción del edificio, encomendándose éstos al arquitecto Lucas Poblete, los mismos que comenzaron el lunes 28 de junio de 1847. Uno de los cambios apreciados fue el que se produjo con el incremento en la longitud del edificio, en más de veinte metros, pues se mantuvo el antiguo plano del templo.
Para los expertos, la Catedral arequipeña no tiene un estilo definido, aunque se aproxima al llamado Orden Compuesto, por la apariencia de sus capiteles aunque las columnas del centro, que forman las naves, no guardan la proporción que demanda ese estilo, pues el número de módulos es menor. En el exterior, muestra una fachada tachonada de columnas que le dan una personalidad propia y el interior destaca por la luminosidad que producen sus ventanas.
Con el incendio, la principal iglesia de Arequipa, perdió valiosas reliquias, entre ellas, una astilla del madero de la Santa Cruz, reliquias de los santos Julio, Donato, Marcos, Justo, Valentín, Pío, Fabio, Leonardo Vicente, Plácido, del mártir Vital y de santa Margarita, que fueron veneradas durante 146 años.
El papa Gregorio XVI, en afán de consolar al obispo de Arequipa, encomendó al sacerdote capuchino, Fidel de Vidra, que le entregara dos pequeñas arcas conteniendo los cuerpos de santos y tres relicarios con varias reliquias.
El voraz incendio fundió la custodia u ostensorio en la que se exponía la Hostia consagrada para su adoración. Su reposición comenzará a gestarse el último mes de 1847. Cinco años después será una realidad.
Como señalara oportunamente Pedro José Rada y Gamio «Para que la hermosa custodia de la Catedral de Arequipa estuviera dignamente colocada, los sobrinos carnales del obispo de Arequipa señor de Goyeneche, Doña Carmen de Goyeneche y Gamio, Duquesa de Gamio, Doña María Josefa de Goyeneche y Gamio, Duquesa de Goyeneche y Don Juan Mariano de Goyeneche y Gamio, Conde de Guaqui y Marqués de Villafuerte, obsequiaron hace algunos años, a dicha Catedral un majestuoso altar mayor, de grandes e imponentes proporciones, de mármol y bronce».

III.        UNA CUSTODIA PARA AREQUIPA
La reposición de la Custodia de la Catedral de Arequipa, tiene su partida de inicio en diciembre de 1847. El Mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento, en ese entonces, Juan Sardá Pujol, mediante un escrito dirigido al obispo Goyeneche, pide se le comisione la construcción de las Custodias a reponerse tras el incendio de 1844.
Juan Sardá Pujol, tenía que viajar a Europa para atender sus propios negocios y siendo Mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento, consideró su obligación asumir tal responsabilidad. Para ello pedía se le diera oro, plata y piedras que entregaría al diamantista que eligiera para la construcción del ostensorio. El Obispo corrió traslado del mencionado escrito al Cabildo Eclesiástico, para que se pronunciara.
El Cabildo se pronunció señalando: «Ilustrísimo Señor= Ha visto este cuerpo la solicitud de D. Juan Sardá, mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento de esta Iglesia y ha dado gracias al Señor porque ha presentado la mejor oportunidad para que se hagan las Custodias que necesita el templo, y porque ha proporcionado un sujeto fiel, honrado, piadoso, abonado y digno de las consideraciones de VSI, del Cabildo y del Supremo Gobierno. En ninguna parte pueden trabajarse las Custodias, con más ventajas, gusto y hermosura que en Europa, y a ninguno puede confiarse la comisión para que las mande fabricar como al recurrente. El Cabildo por su parte acepta la propuesta que hace dicho Mayordomo, y le da las debidas gracias por lo que hace un señalado servicio a esta Iglesia, y porque la obra llenaría los de deseos de VSI y de todos los interesados en el engrandecimiento de nuestra Catedral. Por consiguiente puede VSI dar al referido Mayordomo la comisión que pide, autorizándolo para todo lo que convenga, sobre lo cual el Cabildo se refiere a lo que VSI como esposo de esta Iglesia y administrador de sus bienes quiera hacer en bien de ella. Al concluir este informe es de parecer este Cuerpo que la determinación de VSI se eleve al conocimiento del Supremo Gobierno, para que como Patrón proteja la obra, y la comisión que se le da a Sardá, para que ordene que en Islay se permita la extracción libre de derechos los marcos de plata, libras de oro y piedras que se remiten a Europa con el expresado objeto, y para que cuando vengan las Custodias se permita la internación de ellas libre de derechos».
El pedido de la autorización gubernamental se tramitó el 14 de diciembre de 1847 ante el ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, José Gregorio Paz Soldán y Ureta. Por su parte el Gobierno autorizó la libre exportación de plata, oro y brillantes el 9 de febrero 1848 según la nota del Gobierno, firmada por el nuevo ministro, Matías León Cárdenas y que, mediante oficio, le fue comunicado al Obispo diez días después. Esta comunicación fue conocida por el Cabildo Eclesiástico en su sesión del 22 de febrero de 1848.

IV.        UNA CUSTODIA PREMIADA
Premunido de las respectivas credenciales expedidas por el obispo Goyeneche, Juan Sardá Pujol se embarcó en Islay, rumbo a Europa. Su destino final sería España, donde por contactos familiares y comerciales le era un ambiente favorable para comenzar la búsqueda del orfebre que garantizara un trabajo de excelencia.
El Mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento, pronto visitó el taller de Francisco Moratilla, tras conocer los datos personales del artífice. Madrileño que desde los once años había incursionado en la platería, entrando como aprendiz en casa del platero Pedro Samaniego. Éste viendo sus cualidades le matriculó en la Academia de Nobles Artes de San Fernando, donde progresó en el dibujo. A los 20 años ganó el título de Mancebo. Tras una temporada en el comercio de géneros reanudó sus trabajos de platería, ingresando en 1830 en el gremio de plateros, ocupando la plaza vacante dejada por fallecimiento del platero Macazaga.
La primera obra importante de Moratilla fue una escribanía, que adquirió el Conde de Toreno. Posteriormente, empezó a destacar en todos los ramos como excelente artista. Para Moratilla, la Exposición pública de Madrid en 1841, fue el espaldarazo que necesitaba. En ella presentó una custodia de plata; un cubierto y cuchillo de oro macizo,  y un alfiler de brillantes, por cuyas obras fue premiado con la medalla de honor.
Junto a él, en su taller en la Plazuela del Ángel N° 2, trabajaban destacados artistas en su ramo como el valenciano Francisco Bellver y Collazos, integrante de una dilatada familia de escultores. Su obra estuvo centrada en las representaciones religiosas, campo en el que realizó numerosos trabajos destinados a iglesias de Madrid, el resto de España y América.
Otro destacado artista que trabajaba en el taller de Francisco Moratilla era el grabador y cincelador madrileño José Sánchez Pescador, conocido por ser autor de las puertas de bronce del Congreso de los Diputados de España y haber sido alumno del pintor Vicente López. También integraba el Taller de Moratilla, su hijo mayor Felipe, quien destacaba como un importante diamantista.
Viendo el dibujo de la obra que proponía y las credenciales exhibidas por Francisco Moratilla y su taller, el presidente de la Cofradía del Santísimo Sacramento, le entregó los marcos de plata, libras de oro y piedras preciosas que había trasladado allende el mar, desde Arequipa.
Dos años y cuatro meses después la obra estaba concluida y lista para ser presentada en la Exposición Pública de la industria española de 1850. En efecto fue exhibida según el informe de la Junta Calificadora de la Exposición: «Con el número 316 se señala la custodia presentada por el primero de estos artistas, señor Moratilla, y construida para la catedral de Arequipa. Es de plata sobredorada, guarnecida de brillantes y otras piedras preciosas; tiene 7 y medio pies de altura; pesa 400 marcos; se valúa su precio en 480,000 rs., y corresponde al estilo ojival, rico y gentil, tal cual entre nosotros existía en el siglo XV, ya con algunos detalles del Renacimiento, que vino á sustituirle. En forma de viril, representa su mástil una torre, compuesta de tres cuerpos, y cuyo agrupamiento afecta la forma piramidal, para recibir en su cúspide la aureola circundada de rayos, que la corona».
La recomendación de la Junta Calificadora fue entregar a Francisco Moratilla la medalla de plata, por su obra. El día de la entrega de premios, la recibió de manos de la reina doña Isabel II, quien «entusiasmada con la preciosa obra del artista y deseando honrarle, le dio una prueba de su real aprecio nombrándole platero de su Real Cámara». Por su parte la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, le concedió a Moratilla el uso de su escudo en su fábrica, talleres y obras.
La Custodia para la Catedral de Arequipa, recibiría un último reconocimiento mundial antes de ser enviada a su destino final.  Esa distinción sería dada en Londres, en el marco de la Exposición Universal de 1851, en el Palacio de Cristal en el Hyde Park, inaugurada el 1 de mayo. « Examinada la obra por las diferentes comisiones nombradas á este fin propusieron de común acuerdo al Gran Jurado que la custodia española era obra digna de ser premiada con la segunda medalla, y su nombre se inscribió en la lista de los expositores célebres que se publicó en Londres el 16 de Octubre del mismo año».

V.         LA CUSTODIA
Durante algo más de un siglo, la Custodia fabricada por Moratilla, ocupó el torno de bronce que tiene el Altar Mayor, siendo muy pocas las personas que la conocían en detalle. Actualmente, ubicada en el Museo de la Catedral arequipeña, se la puede apreciar, algo depredada y sin algunos de sus elementos que le fueron extraídos, pero mostrando su esplendor.
Ramón Mesonero Romanos, un erudito escritor, miembro del número de la Real Academia Española, hizo una interesante descripción de la Custodia que permite conocer detalles de la misma: »La arquitectura de esta obra preciosa pertenece al género llamado gótico, y particularmente a la tercera época que prevaleció con notable lucidez en el siglo XV, y en que Enrique de Arfe adquirió tan justa nombradía.      
»Comienza su alzado por un rico basamento de planta elíptica, interrumpida por cuatro resaltos, conteniendo cada uno otros tanto machones cilíndricos, enriquecidos con bonitas tracerías ojivales. En el espacio que media de unos a otros machones, aparecen entré resplandores, atributos, alegorías y jeroglíficos, decorados por graciosas cresterías. Encima de esta moldura se alzan diez y seis pinaculitos calados, y junto a estos hacia el centro se ven cuatro ángeles mancebos, arrodillados y en actitud reverente. Cuatro relieves o medallas de plata mate en los cuatro lados, aumentan la belleza de este primer cuerpo, representando otros tantos asuntos bíblicos; el primero la Cena de N. S., por Leonardo de Vinci; el segundo el Pasmo de Sicilia, de Rafael; el tercero La Oración del huerto, y el cuarto La entrada en Jerusalén.
»Sobre el plano de la segunda peana se eleva un arrogante obelisco, que empieza por una escalinata ochavada amparada con diez y seis contrafuertes que sostienen cada uno un leoncito echado. Dicha escalinata descubre un cuerpo octogonal compuesto de ocho arcos florenzados é interpolado por ocho agujitas flanqueantes, en cuyo interior se descubren otras tantas efigies que representan la Purísima Concepción, el Rey-profeta (David), San Juan Bautista, Moisés, San Pedro y San Pablo, el Profeta Isaías y la Resurrección del Señor; todas de cuerpo entero y de plata en blanco.
»El fuste o aguja general arranca con gallardía de este cuerpo octógono, y aparece desde su origen ricamente guarnecido con graciosas tracerías y aristas, con sus frondas caladas y otros adornos, todo con oportuna colocación: a corta distancia se encuentra un mirete que abraza y que consta de ocho torrejones cilíndricos perfectamente labrados, con tracerías sobrepuestas, franjitas en sus extremos, y rematando cada uno con un pináculo pentagonal. Sobre el referido nudete cuatro elegantes repisas ochavadas y adornada con dos hileras de caireles y franja interior, sostienen las figuras de los cuatro evangelistas, que quedan de blanco sin dorar y que están en pie y con los correspondientes atributos. Sobre cada una de estas figuras lucen un doselito del mejor gusto en este género, compuesto de tres cuerpos delicadamente calados y concluyendo con unas bonitas marquesinas. Termina, en fin, este gran fuste con su pináculo calado y frondado que descansa sobre una hilera de globetes florenzados.
»Es el remate o ápice de esta hermosa aguja un magnífico sol o resplandor que aparece salir de la mansión central del Santísimo Sacramento: despide sus ráfagas de dos cuerpos, alternando, al parecer, coja unas culebrinas de fuego, en cuyos extremos brillan estrellas de riquísima pedrería. Una graciosa guirnalda entretejida de pámpanos y espigas guarnecen el Santo Sagrario, y en el centro, hacia la puerta de este, se ostenta un preciosísimo medallón de diamantes, rosas, cuyo primor de ejecución y simetría demuestra bien el fino gusto y pericia de un grande artista. 
»Por último, el Santo Sagrario o residencia del Sacramento Eucarístico es todo de oro macizo, formando una preciosa bóveda de tracería ojival, interpolada de floroncitos de exquisito follaje que guarnecen el medallón de cristal, y ejecutado con exquisito gusto.
»Todo el dorado de esta obra magnífica es a fuego y con diversos colores, y su cincelado, calado y bruñido es de lo más acabado y fino. Por último, el pensamiento, dibujo y ejecución de esta hermosa Custodia, son tales a nuestro modo de ver, que no dudarnos en asegurar que no se ha ejecutado hace tres siglos obra de su clase en España que pueda comparársela, y no puede menos de admirarnos tanto más, cuanto que el distinguido artista madrileño que se coloca por ella a la mayor altura, ha debido formar su talento por sí mismo, espontáneamente y a fuerza de estudio, celo y observación de los buenos modelos que nos legó la antigüedad».
Años después de haber terminado la Custodia para la Catedral de Arequipa, Francisco Moratilla ejecutó otra de tres metros de altura y de una base cuadrada de 1.10 metros por lado, destinada para la Catedral de La Habana, Cuba. Esa fue mostrada en la Exposición Universal de Paris de 1867, obteniendo una Medalla de Bronce.

VI.        EN AREQUIPA
Concluida la Exposición Universal de Londres, todo estaba listo para el envío de la Custodia, a Arequipa.
Por esos días, Francisco Moratilla, del artífice platero, reclamó el pago de 400 pesos, por aumento de obra en la Custodia construida, según informó  Ezequiel Font, mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento al obispo Goyeneche. Él reemplazó a Juan Sardá Pujol, quien falleció en los primeros meses de 1851.
El Cabildo Eclesiástico después de intercambiar ideas hizo conocer su parecer al prelado, en los siguientes términos: «Este Cabildo teniendo en consideración los distinguidos servicios que prestó el finado D. Juan Sardá mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento de esta Santa Iglesia Catedral, especialmente para la construcción de las Custodias; y que por ellos no se le concedió sueldo ni premio alguno, que la palabra de dicho S. Sardá quedó comprometida con el artista español D. Francisco Moratilla que ha trabajado la Custodia Grande en Madrid; que aunque en el expediente actual, no se presenta copia de la contrata con Moratilla, no puede atribuirse su omisión a descuido del S. Sardá, cuya exactitud en sus deberes fue ejemplar y notoria; que dicha contrata, cuanto se tuvo de su parte debió ser económica, y arreglada en todo lo posible a la más exacta justicia y delicadeza de su carácter; que no es dable que su Sra. esposa viuda y sus hijos sufran el menor detrimento ni congoja por razón del reclamo tan exigente de Moratilla de los 400 pesos por aumento de la obra en la custodia, responsabilidad que gravaría sobre la familia del S. Sardá y sobre la respetable memoria de este a quien esta Iglesia debe ser sumamente agradecida; que sin que se entienda que el Cabildo se ingiere en el contrato, ni la aprobación de las cuentas, que en forma tendrá que presentar a su tiempo junto con la custodia el albacea de dicho S. Sardá ha acordado que de los fondos de la Cofradía se paguen los 400 pesos por aumento de obra de la Custodia grande de esta Santa Iglesia reclama el artista de ella D. Francisco Moratilla».
La gran distancia entre Londres y el puerto de Islay, hizo que su traslado en barco se dilatara hasta el viernes 14 de mayo d 1852, fecha en que la Custodia llegó a bordo del barco Sorale. Cinco días después, los tres cajones que contenían las piezas del ostensorio llegaron a Arequipa, e inicialmente depositados en casa del mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento, Ezequiel Font.
Manuel Font, comunicó de la buena noticia al obispo Goyeneche, quien a su vez hizo traslado del pedido de éste al Cabildo Eclesiástico para que se señalara el día y hora en que se debía sacar de los cajones, señalando al mismo tiempo el local donde se hiciera esta operación, como también donde debía permanecer custodiada hasta cuando fuese colocada en el altar.
El cabildo por su parte en su sesión del martes 25 de mayo emitió su informe en los siguientes términos: « Que el Cabildo en virtud del Superior Decreto de 22 del corriente había acordado decir a SSI que en atención a que hay una Junta nombrada por el Supremo Gobierno, y encargada de la reconstrucción de la Catedral, y de todo lo demás perteneciente a ella, de la cual SSI es vicepresidente y con socios dos de los SS del Cabildo, le parecía más propio que dicha Junta acordase lo conveniente sobre los puntos a que se contrae el Decreto citado de Su Señoría Ilustrísima»
Cumplido el trámite administrativo los tres cajones en que iba la custodia fueron llevados al Monasterio de Santa Catalina por orden del Obispo. Allí se armó el ostensorio en presencia del Deán de la Catedral, Sacristán Mayor de la misma, Capellán del Monasterio, y de un Escribano del Sr. Font su Síndico. Fueron dos maestros plateros y dos ayudantes los que hicieron el delicado trabajo. Concluido el proceso de montaje el lunes 31 de mayo, solo se notaron pequeñas averías sufridas en la travesía, que fueron fácil componer por los plateros locales.
En horas de la tarde, visitaron el Monasterio, para ver la custodia, el obispo Goyeneche, el prefecto José de Rivero Benzoain y un significativo de personalidades locales, a falta de Alcalde, debido a que entre 1840 y 1858 estuvieron suspendidas las municipalidades.
Monseñor Goyeneche decidió que la exhibición pública de la Custodia de la Catedral se realizase con motivo de la fiesta del Corpus Christi, el jueves 10 de junio. Sin embargo, fue tal el gentío que acudió al Monasterio de Santa Catalina, en cuanto llegaron a saber que la alhaja que esperaban se encontraba en él, y que expresaron tumultuosamente sus deseos de contemplarla, que temiendo se alterase la tranquilidad, se expuso al público ese mismo 31 de mayo en un altar del templo catalino.
Cuarenta y un años después, la Custodia fabricada por Francisco Moratilla, fue colocada en el trono de bronce que tiene el Altar Mayor de la Catedral de Arequipa, de donde en este siglo fue trasladada primero a ambiente denominado “Tesoro de la Catedral” y luego al  Museo de la Catedral, inaugurado en el 2011.

VII.       UN POEMA FINAL
La Custodia de la Catedral de Arequipa, desde su primera exhibición en Madrid, originó múltiples elogios, tanto de prelados, artistas, escritores, miembros de la realeza o diplomáticos, muchos de los cuales dejaron testimonio escrito de la impresión que les dejó admirar tal obra.
Uno de ellos, el Marqués de Gasa-Jara, Juan Manuel Berriozabal, quien escribió la siguiente composición poética “A la custodia que ha construido el señor Moratilla para la Santa Iglesia Catedral de Arequipa en el Perú”

Para nuestra morada
Hizo Dios este mundo
De tan varia hermosura
En prodigios fecundo.          
Nosotros los mortales
Que nada merecemos,
El orbe esplendoroso           
Por palacio tenemos.
Le adornan fuentes, ríos,
Prados, colinas, montes,
Selvas, minas, volcanes
Y alegres horizontes.
Nos dan tierras y mares
Sabrosos alimentos;
Y a servirnos acuden
Sol, luna, estrellas, vientos.
¿Y al Hacedor sublime
De tan ricas grandezas
Cuál trono le pondremos
Digno de sus finezas?
¿Cuál trono al: Dios, que habita
Más allá de las nubes
En Iuz inaccesible
Sobre alas de querubes?
En sagrarios humildes
Abatiéndose ¡ay! mora
De nuestro amor cautiva
Su Deidad bienhechora
Más Arequipa ilustre
Por su piedad ferviente
Que tanto su alta gloria
Esconda no consiente.        
Y el piélago surcando
Sus diamantes envía
A la corté española
Para mostrarse pía,
Hacer para Dios quiere
Tabernáculo augusto:
Donde a la par se admiren
La riqueza y el gusto
Un prodigio del arte
Para su Dios desea;
Magníficos tesoros
En su fábrica emplea.
¿Pero quién atrevido
Hace la Maravilla?
Por ella en ambos mundos
Resuena «Moratilla”.
Y en este momento
De verdadera gloria,
Vivirá en las edades
Loada su memoria.
¡Ah! las honras mundanas
Son al fin como el humo!
¡Mayor dicha se encierra
En servir al Bien sumo!
Por eso en santo gozo,
Se baña el noble pecho
Del artista envidiable
Que para Dios la ha hecho.
Bendícele, Dios mío
Cuando estés venerado
En ese trono regio
Que su genio ha labrado.
Y a la ciudad bendice
Y al pueblo qué te adora
Pues dé piedad ardiente
Ejemplo ofrece ahora
Y a su Obispo bendice,
Bendícele, te ruego,
Pues catedral levanta
Que ya destruyó el fuego;
¡Bendícele Dios mío
Que a tu mansión divina
Con celo generoso
Sus riquezas destina!





BIBLIOGRAFÍA
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G. GALDOS RODRÍGUEZ, La Catedral de Arequipa. Reprografía A.D.A., Arequipa. 1986, 66 pp.
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___________________, La Diócesis de Arequipa y sus Obispos. Tipografía Cuadros. Arequipa, 1933, 337 pp.
___________________, Gobernadores de Arequipa (Coloniaje y República), Artemio Peraltilla Díaz, Editor. Arequipa, 1968, 202 pp.
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___________________, Galería Biográfica de Artistas Españoles del Siglo XIX (Tomo II). Imprenta a cargo de Ramón Moreno, Madrid 1869, 347 pp.
P. J. RADA Y GAMIO, El Arzobispo Goyeneche y apuntes para la Historia del Perú. Imprenta Políglota Vaticana, Roma, 1917, 954 pp.
D. E. ZEGARRA LÓPEZ, Arequipa en blanco y negro, Talleres Gráficos CORDEA, Arequipa, 1982. 80 pp.


(Revista Archivo Arzobispal de Arequipa - N° 10 Año 2016 Págs. 45-63))