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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

martes, enero 23, 2018

¿Ufanía u orgullo arequipeño?


¿Ufanía u orgullo arequipeño?

Dante E. Zegarra López
Es casi un tópico hablar del orgullo arequipeño. Sin embargo el sentimiento que desborda, es la ufanía.  Entendiéndose que, el que se ufana es capaz de emulación, de virtud, de entusiasmo y de lealtad. 
El orgulloso tiene el alma hinchada de vanidad y soberbia. Claro está, que en el habla cotidiana la acepción del calificativo “orgulloso” difiere de la del diccionario. Razón por la que cantamos con Manuel Raygada: “Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz”
Pues bien, sea que el arequipeño es ufano u, orgulloso en la acepción cotidiana, hay hechos y hombres que avalan este sentimiento.
Desde la fundación de Arequipa se ubicó entre las más destacadas ciudades. Su Cabildo consiguió su elevación de Villa a Ciudad y escudo incluso  antes que Madrid.
Entre sus fundadores figuran conquistadores que estuvieron en Cajamarca, e incluso uno de ellos fue de los “Trece del Gallo”
Acabadas las fratricidas guerras y luchas por mantener las encomiendas, los pobladores hicieron de la superación personal su vocación. Una de las primeras labores del Cabildo fue contratar a un Preceptor de Gramática, pero el ansia de progreso exigía más.
Años más tarde, no les importó cruzar mares para lograr ese objetivo, a través de la educación.
Un ejemplo, lo protagonizaron en 1574 Diego de Peralta y María de Robles. Enviaron a España a sus hijos Alonso, Luis, Cristóbal, Isidro, Beatriz, Francisca y Petronila, para que estudiaran en Salamanca.
Privilegiar la educación, ha sido a lo largo de los años, el valor mejor cultivado por los arequipeños, para superar la pobreza material de la tierra.
Fruto de ello, queda grabado el nombre del poeta arequipeño  Diego Martínez de Rivera, en el Canto a Calíope (La Galatea) cuando Cervantes dice:
“La misma gloria al otro igual le viene,
pues su divino ingenio ha producido
en Arequipa eterna primavera
que este es Diego Martínez de Rivera.”

De allí que en 1816 Antonio Pereyra y Ruiz, dijo: “los talentos de los arequipeños son muy finos, y sus ingenios muy perspicaces. Estudian con rapidez la Filosofía, Teología y el Derecho; consiguen los grados de Doctor a los dieciocho o veinte años, y luego calman”.
Antes, Juan Domingo Zamácola afirmó, que en Arequipa había “más críticos de capa y espada que en Turín, más doctores que en Salamanca y más abogados que en la corte de Madrid”.
En el siglo pasado, el cardenal Juan Landázuri Ricketts decía, que “Arequipa no es cuesta ni es costa, Arequipa es casta”. Razón no le faltaba, pues el hogar arequipeño acrisoló el alma, sentir y actuar de su gente.
Por esos mismos años, el hoy Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa hablando de Arequipa desde su fundación, decía: “desde entonces hasta ahora, en Arequipa han nacido la mayor parte de los curas, los abogados y las revoluciones del Perú”. “Conservadora y pendenciera, piadosa y leguleya, orgullosa de su cielo, de su campiña, de sus poetas mártires, de sus sacerdotes conspiradores, de sus generales de 20 años y de sus caudillos románticos, Arequipa ha defendido celosamente su pasado”.
Como si estuviera marcado con un fuego invisible en el corazón, en la mente, en la conciencia de los pobladores de su variada geografía y jurisdicción, en cuatro siglos y medio, en esta Arequipa, se ha hecho realidad lo que el poeta asevera como una imperativa oblación: “Nunca pierdas tu cálida fe, que por siempre tendrás juventudes que renueven laureles de ayer.”
Y en ese renovar de laureles de ayer, existen figuras hitos que como faros del saber, del decir y del actuar, han iluminado al país y al mundo.
En un raudo recorrido de épocas y hombres traemos a mente a magistrados probos y juristas como los Bustamante y Alvizuri, Corbacho y Abril, García Calderón, Gómez Sánchez, Lazo, Martínez y Orihuela, Pacheco y Rivero, Quimper, Cornejo Chávez y otros tantos.

A estos hombres de leyes, hay que sumar dos estadistas: José Luis Bustamante y Rivero, defensor de las 200 millas marinas, presidente de la República y de la Corte Internacional de Justicia de La Haya y a, Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco, diplomático y Presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas.

La afirmación de Vargas Llosa es avalada por más de una treintena de obispos como Alonso de Peralta y Robles, arzobispo de Charcas, Pedro Díaz Durana, Fernando Pérez Oblitas y Cayetano Palavicino, obispos de Paraguay. También fueron prelados de Panamá Juan Bautista Toborga; de Buenos Aires, José Cayetano Pacheco; de Concepción y Santiago de Chile, José Marán; Juan Manuel Moscoso y Peralta, militar, arzobispo de Granada; Mariano Rodríguez, obispo de Puerto Rico y arzobispo de Cuba.

Entre éstos; los que gobernaron otras diócesis peruanas; los primeros cardenales del Perú: Juan Gualberto Guevara y Juan Landázuri; la religiosidad del arequipeño y la Beata Ana de los Ángeles Monteagudo, explican porque el papa Pío XII afirmó: "Arequipa, la Roma del Perú".

A ellos hay que agregar poetas y escritores, desde aquel general metido de fraile dominico Alonso Picado hasta César Atahualpa Rodríguez, pasando sin orden ni concierto por María Nieves y Bustamante, Melgar, Echevarría y Morales, Cateriano, Carpio y del Carpio, los Castillo, Delgado y de la Fuente, Gamio, Herrera y Hurtado, Martínez de Rivera, Llosa, La Rosa y La Jara, Maldonado, Vargas Llosa, del Prado, Reinoso y Zegarra Ballón entre otros tantos que dejaron su pensamiento escrito en millares de páginas.
Otros plasmaron belleza en lienzos como Baca Flor, Núñez Ureta, Vinatea Reynoso, Málaga Grenet, Alberto Vargas y, ahora, Luis Palao. También tapizaron con armoniosos sonidos el alma de nuestro pueblo Pedro Jiménez de Abril (conocido como Pedro Tirado), Ignacio Cárdenas, Mariano Bolognesi, Duncker Lavalle, Manuel Aguirre, Roberto Carpio, Carlos Sánchez o Benigno Ballón Farfán.
Junto al arte y otras actividades, los arequipeños de todas las épocas incursionaron en la investigación y la ciencia: Miguel Wenceslao Garaycochea y su célebre cálculo binomial; Juan Calienes, obispo inventor del verticalímetro; los Paz Soldán, Mateo y Mariano Felipe con sus trabajos geográficos; Mariano Rivero y Ustariz, naturalista considerado el científico peruano de todos los tiempos; Juan de Dios Salazar, matemático, inventor del cartabón de módulos y el metrógono; Hipólito Sánchez Trujillo el abogado e infalible astrónomo con sus predicciones sobre el sol y la luna, o Pedro Paulet Mostajo, precursor de los viajes espaciales, reconocido como tal por científicos norteamericanos y de la ex Unión Soviética.
Médicos como Francisco Ángel Zegarra, Manuel María y Augusto Pérez Aranibar, José Benito Montesinos, Pedro José Ramírez, Luciano Bedoya, famoso por sus fórmulas magistrales; Ladislao Corrales, José Antonio Morales Alpaca, inventor de instrumentos como el Forcep Alpaca; Edmundo Escomel, estudioso de la sintomatología y tratamiento de las enfermedades nativas; Honorio Delgado, introductor del psicoanálisis en Sudamérica.
Hoy, hay “juventudes que renueven laureles de ayer”, como el joven científico biomédico, Fernando Francisco Camargo Salazar, premiado en Estados Unidos por sus trabajos para la universidad de Harvard. Descubrió la función de una proteína de señalización celular que controla el crecimiento de las células y el tamaño de los órganos.
El arequipeño también se ufana, y con razón, ser cuna de próceres americanos anhelantes de libertad e independencia como Vizcardo y Guzmán, Melgar, Alejo Alvares, Alvares Thomas, Quirós y Nieto, Arce, Escobedo, Cavero, Pinelo, Centeno...

(Diario La Voz del Pueblo, 17 julio 2016)

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