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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

sábado, febrero 03, 2018

Otra reforma más

Otra reforma más

Dante E. Zegarra López
Se me erizan los pelos. Se me crispan los nervios. Se altera mi equilibrio emocional, cada vez que escucho el anuncio de una nueva reforma educativa.
La primera vez que oí hablar de una reforma y la sufrí,  fue a finales de los años 50 y comienzo de los 60. El gobierno de turno consideró que los estudiantes estábamos listos para optar, al final del tercero de secundaria, entre los estudios de ciencias y de letras.
Años antes debió haberse verificado alguna reforma educativa, pues cuando era estudiante, existía la posibilidad de optar, al final de la Educación Primaria, entre la llamada Secundaria Técnica y la Secundaria Común. Sobre esta experiencia, conozco de cerca, los éxitos en cuanto a la formación laboral que les dieron a quienes se inclinaron por la Secundaria Técnica, pero también sé de las carencias humanísticas que tuvieron en su formación.
Siendo profesional de la Educación, participé en esa otra Reforma de la Educación  Peruana, que trató de impulsar el gobierno militar de la primera y segunda fase. La intención pudo haber sido buena, pero como muchas de las formulaciones teóricas o las decisiones verticales, desdeñó el rol protagónico del maestro. Fueron éstos, dirigidos por su cúpula sindical, que echaron por tierra, el espíritu, la esencia y hasta los avances materiales de esa Reforma.
Desde distintos ángulos, la reforma educativa de mediados de los 70 se vio mediatizada y por lo tanto improductiva. Mucho del equipamiento adquirido para laboratorios, gabinetes o talleres se malogró antes que se pudiera tener el personal capacitado para hacerlo funcionar. Y los docentes como no estaban adecuadamente capacitados para aplicar la teoría de la reforma, además de condicionar su participación a un arreglo económico, determinaron la extinción de los fundamentos de esa Reforma Educativa. De ella quedó, hasta hace poco un mediatizado aparato burocrático y casi nada más.
Teniendo esos recuerdos un profundo e intenso escalofrío conmueve toda mi humanidad, al escuchar hablar de Reforma Educativa. Sobretodo, cuando ésta se saca debajo de la manga para pretender imponerla de la noche a la mañana. Ese mañana, en el caso del Perú está previsto para 1998.
Que nuestra educación requiere una Reforma, no hay quien lo niegue. Que es necesario elevar el nivel académico y pedagógico ; que el Perú  requiere invertir en el elevar el nivel educativo de su capital humano, no hay quien lo niegue , como dice el tango Cambalache. Pero es necesario que, para lograr ello, todos los ciudadanos de este país, o por lo menos los actores directos del proceso educativo, conozcamos, estudiemos y aportemos al desarrollo de una verdadera Reforma Educativa.
Es romántico, por decir lo menos decir que atrás quede la charlatanería, el culto inmoderado de la teoría por la teoría y creer que ello se soluciona con sólo añadir un año más la educación Primaria y establecer a partir del cuarto de secundaria. No se puede negar las buenas intenciones de los reformadores, pero tampoco podemos olvidar que el infierno está empedrado de buenas intenciones.
El gobierno afirma que la reforma que impulsa está destinada a “estimular un auténtico aprendizaje que suponga reflexión, investigación, creatividad”. Esas mismas intenciones se pusieron como meta en 1975 para forjar al nuevo hombre peruano y, 22 años después, sabemos lo que tenemos. Un hombre menos solidario, menos crítico, menos creativo, menos .. menos.
Los resultados de las Esep de esa reforma que se equipararían a los dos años del anunciado bachillerato de la nueva reforma, no han sido debidamente estudiados, para conocer sus logros y sus fracasos.
Por otro lado, lo que si se aprecia en el nivel universitario como producto tardío y desfasado de la reforma de 1975, es que se han “proletarizado” los títulos académicos. Ahora tenemos muchos más Master y también más Doctores. Lo que falta  precisar es el nivel de esos académicos. Sería triste, que un Master, al cambio, no tenga más conocimientos que un bachiller de antes de las reformas.