La
Recoleta: Tres siglos y medio de historia
Un
anhelo hecho realidad
por: Dante E. Zegarra López
Este año la Recoleta de Arequipa celebra 350
años de existencia. Una existencia marcada por la vida retirada y austeridad de
costumbres de los frailes que en ella vivieron, muchos de los cuales gozaron
fama de santidad.
La intensa vida religiosa de sus moradores, que
irradiaron a lo largo de su labor misional, desde fray Pedro de Mendoza, el
primer Guardián que tuvo dicho convento hasta nuestros días, tiene el sello
característico de las recolecciones franciscanas que florecieron en España e
Italia en los países del nuevo mundo.
Durante varios años en Arequipa, del siglo
XVII, se estimó necesario la fundación de una Recolección franciscana, sin
lograrse concretar la intención. Las Recolecciones son "conventos
retirados, donde los religiosos pueden llevar una vida interior, en un todo,
conforme a las austeridades de la Regla".
El Deán de la Catedral de Arequipa, doctor Juan Bautista Aguilar, fue uno de
los más entusiastas promotores de tal fundación a extremo de ofrecer una huerta
y unas casas que tenía muy cerca del matadero. A mediados del siglo XVII, el
matadero de la ciudad se encontraba muy cerca del río Chili en las
inmediaciones de la hoy Capilla del Solar.
Aproximadamente por los mismos años, en abril
de 1647 falleció en Lima un acaudalado hombre que dejó una manda testamentaria
de 30 mil pesos para que se fundase una Recolección Franciscana, sin precisar
el lugar donde debía erigirse esta.
El benefactor fue Andrés Pérez de Castro,
natural de Medina de Ríoseco, provincia de Valladolid, Caballero de la Orden de
Santiago y Regidor Perpetuo del Cabildo del Cusco. Él dispuso manda a favor de
la Provincia de San Antonio de los Charcas que abarcaba las poblaciones
existentes en el sur del Perú, desde Arequipa, hasta el llamado Alto Perú, hoy
Bolivia.
Para dar cumplimiento a la manda testamentaria
de don Andrés Pérez de Castro, el Comisario General de las Provincias
Franciscanas del Perú, fray Juan de Durana encargó la tarea de ubicar el lugar
más apropiado para crear una Recolección a dos frailes Definidores:
Fr. Juan de Herrera y Fr. Diego de Veraza.
Después de recorrer las tierras del país, los
frailes Definidores eligieron a Arequipa, como el lugar más propicio para la
creación de una Recolección Franciscana.
Eligieron Arequipa, "por ser tierra más
acomodada y abastecida de toda la dicha Provincia
Para poder llevar el rigor de la dicha
institución santa... "
El Comisario General, en conocimiento de la
opinión de los Definidores, autorizó a fray Diego de Veraza inicie las
gestiones correspondientes ante el Marqués de Mancera, virrey del Perú. Él en
ejercicio del Vice Patronato, tenía que
autorizar, a nombre del Rey, la creación de las casas religiosas que se abrieran
en el Perú.
Fray Diego de Veraza en su petición le dice al
Virrey: "que siendo, como es, dicha ciudad de Arequipa de las principales
de este Reino, de mucha nobleza y vecindad e ilustrada, con Iglesia Catedral y
cinco conventos y un monasterio, no tiene ninguna de la Recolección".
Añadió que esta Recolección podría albergar a 12 a 14 frailes descalzos de San
Francisco.
El Virrey atento al pedido emitió el
correspondiente Decreto de autorización el 20 de diciembre de 1647.
La
Fundación
Completado el trámite administrativo necesario,
el 30 de enero de 1648 el Ministro Provincial de la Provincia de San Antonio de
los Charcas, fray Diego de Huamansano nombró a los primeros religiosos que
habitarían el convento de la Recolección de Arequipa. Ellos fueron el Definidor
Fr. Pedro de Mendoza, el fraile Francisco Flores y el Hermano lego fray Andrés
de la Candelaria.
En atención
al testamento de Andrés Pérez de Castro, se ubicó un paraje retirado, en
las inmediaciones de la ciudad de Arequipa y del pueblo indígena de San Juan
Baustista de la Chimba (hoy Yanahuara).
Los religiosos de la Provincia de San Antonio
de los Charcas, nombraron a doctor Frey
Fulgencio Maldonado, Síndico de la Recoleta a erigirse. El igualmente
asumió un compromiso de ayudar económicamente al levantamiento de tal convento,
con una suma inicial de 30 mil pesos, que fue incrementada a lo largo de la
construcción del convento.
Frey Fulgencio Maldonado, adquirió dos terrenos
para cumplir con el propósito de construir una Recoleta en Arequipa.
El 14 de julio de 1648, la compra fue de un
terreno de cinco topos, que había pertenecido a Fernando de la Torre. Este
contaba con tierras, casas y corral y se encontraba ubicado en un paraje
"pasando el puente (hoy puente Bolognesi) como se va al pueblo de la
Chimba y, linda con la acequia de Antiquilla, y por la mano derecha, mirando
hacia abajo, con tierras de indios Collaguas y, por mano izquierda por el
camino que va de esta ciudad a la Chimba, por abajo con pedazo de tierras de
Leonor Pérez".
Un segundo terreno, de cuatro topos, adyacente
al anterior fue comprado para la Recolección de Arequipa al Cacique del pueblo
de Lari. Miguel Alpaca, cacique de Lari vendió los cuatro topos que "son
pasando la puente de esta ciudad por la cabecera con la acequia grande de
Antiquilla, por mano derecha, con tierras de Gonzalo Serrano y acequia que va
por medio de ellas, y por mano izquierda con tierras de Fernando de la Torre y
por abajo con el Camino Real y callejón de la puente que venía a la
ciudad".
Este ultimo terreno se encontraba a unos cien
metros de la Hermita de San Genaro que don Sebastián Mosquera hiciera construir
en honor de ese Santo Patrón y Protector de Arequipa.
Los
fundadores
Tres son los personajes más importantes
vinculados al establecimiento del Convento de la Recoleta: Andrés Pérez de
Castro, Frey Fulgencio Maldonado y fray Pedro de Mendoza.
Los dos primeros, Andrés Pérez de Castro y Frey
Fulgencio Maldonado, son considerados como benefactores, pues gracias al apoyo
económico que brindaron fue posible la erección del citado convento.
Pérez de Castro, natural de Valladolid, Regidor
Perpetuo del Cusco y Caballero de Santiago donó 30 mil pesos para la erección
del convento.
Frey Fulgencio Maldonado, natural de Lima,
Chantre de la Catedral de Arequipa y Caballero de San Juan, sufragó más de 30
mil pesos en los gastos de construcción y adorno de la Recolección de Arequipa.
Orador sagrado de renombre, fue fraile agustino que con autorización pontificia
pasó a ser Capellán en la Orden de San Juan.
Fray Pedro de Mendoza, natural de la Villa de
San Pedro, provincia de Soria, fue admitido como religioso de coro el 7 de
diciembre de 1614, cuando tenía 32 años. Antes de ser nombrado como Guardián de
la Recolección de Arequipa, fue presidente de los conventos de Urubamba y de la
Observancia de Chuquisaca (hoy Sucre, Bolivia).
Su elección como Guardián del convento de San
Genaro de Arequipa se produjo el 2 de febrero de 1653 durante el primer
Capítulo Provincial celebrado en el flamante convento.
La Recolección de Arequipa fue elevada a la
categoría de Guardianía en la misma fecha, habiéndose nombrado además del cargo
de Guardián, los de Predicador y Maestro de Novicios.
Fray Pedro de Mendoza, fundador y primer
Guardián del convento de San Genaro de Arequipa, murió con fama de santidad,
ejerciendo el cargo en setiembre de 1653. Su cuerpo fue enterrado en el templo
del convento.
Claustro
Alcantarino el más antiguo
La edificación del convento de San Genaro de
Arequipa fue encargada a fray Pedro de Peñaloza quien construyó los dos
primeros claustros, en poco más de tres años.
Con ligeras variantes ambos claustros han
llegado hasta nuestros días, previas sucesivas reconstrucciones luego de los
terremotos que afectaron Arequipa.
El primer claustro de cubierta muy baja, fue
destinado a las procesiones de las festividades del año que se celebraban
dentro del convento. Este claustro fue dotado de cuatro tabernáculos de muy
devotas imágenes y curiosos altares en las esquinas.
El segundo claustro de techo un poco más elevado
y espacioso que el anterior, estuvo destinado a las celdas para los frailes.
Ambos claustros fueron construidos con arquería
con columnas en cuadro, bases y bancos de sillar.
La
construcción: un afán constante
A lo largo de la historia de La Recoleta, la
construcción y reconstrucción parece ser un afán constante de los superiores,
desde el primer agregado que sufrió el convento con la erección de un oratorio,
levantado a costa del obispo Pedro de Ortega.
El claustro del Noviciado ha sido a lo largo
del tiempo el que más ha sufrido reconstrucciones y traslados.
El convento de San Genaro de Arequipa en 1883
fue erigido en Colegio Apostólico de Misioneros, motivo que determinó la
construcción de nuevos claustros. El principal fue levantado alrededor de un cuadrado
perfecto de 34 metros, con corredores amplios y 17 celdas. El otro más pequeño,
rectangular estuvo destinado a los servicios de enfermería, capilla y cinco
celdas.
Años después, siendo Guardián fray Mariano
Holguín, hizo construir detrás del claustro procesional, otro pequeño con
varias habitaciones. El terreno empleado para este, sirvió inicialmente para el
primer noviciado del convento.
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