Dante E. Zegarra López
AREQUIPA AL DIA
Muy de madrugada, en
una fiesta mariana, la de la virgen de Loreto, ayer dejó de existir Gustavo
Quintanilla Paulet. Maestro, filósofo, musicólogo, periodista, crítico de arte,
investigador de la historia, regidor, propulsor de la cultura, creador de la
Casa de la Cultura, pionero de la televisión regional, pero sobretodo católico,
creyente y practicante, murió ejecutando proyectos.
Aunque los quebrantos
de salud en los últimos años impidieron
que avanzáramos en un proyecto común: "La Historia de la Academia
Lauretana", su tránsito lo sorprendió el mismo día en que entraba en
prensa un poemario que sintetiza su vida y sus afanes.
Celosamente compartido
con sus hijos Maurizio, Orlando, Ramiro, Fiorella, Ignacio, Ambrosio y su
compañera de medio siglo de vida, su esposa Doris, antes de su último ingreso
hospitalario había dado su conformidad para la publicación de su último
trabajo, el poemario "Mi Dios, la música y yo".
Hoy, como pretendiendo
pasar desapercibido, será sepultado a las 10:00 horas en el Cementerio
"Parque de la Esperanza" donde también es velado.
Hace menos de un mes,
lo visité en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Central de Essalud.
El había sido intervenido quirúrgicamente y yo partía en viaje fuera del país.
Hablamos breve pero intensamente de las cosas en común que teníamos: la
enfermedad, los trabajos de historia y sobretodo nuestra Fe. Oramos juntos, el
uno por el otro, pues al fin y al cabo eramos dos conscientes viajeros.
Durante sus 71 años de
intensa vida, Gustavo realizó muchas
importantes obras, dificil de reseñar sintéticamente.
Exalumno lasalliano,
estudió, graduó y doctoró en la Universidad Nacional de San Agustín, donde fiel
a su formación militó en la UNEC. Como representante de la juventud
universitaria pronunció la alocusión del Ave María en la preparación del
Congreso Mariano y coronación pontificia de la imagen de Nuestra Señora de la
Candelaria de Cayma, en 1947.
Su formación en
Filosofía, Derecho y Ciencias de la Comunicación fue su arma en la vida.
Periodista del
desaparecido vespertino católico "El Deber", a mediados de 1957 al
final de sus estudios de postgrado en Italia, compartiendo una taza de café con
Alfredo Ratti en Roma, casi sin meditar, se propuso en alta voz traer la
televisión a Arequipa.
Tan pronto retornó a
la ciudad, entabló conversaciones con algunos empresarios amigos, entre ellos
el gringo Dwayer, quienes aportarían el capital para la empresa: Surperuana
Canal 2 de TV. Sus transmisiones iniciales empezaron en enero de 1958 y oficialmente
su señal entró en los anales el 15 de agosto de ese mismo año.
Once años después, los
tiempos de dictadura determinaron que los empresarios prefirieran transferir la
propiedad a una cadena nacional, cerrando con ello el ciclo más feliz de la
televisión regional. En ese lapso se produjo teatro, programas concursos pero
sobretodo se apoyó a la educación.
Maestro como buen
filósofo, la universidad ha sido tema de sus afanes intelectuales. Obras como
"Introducción a la Universidad" o "Reconstitución de la
Universidad", son testimonio de esas preocupaciones que también lo
convirtieron en profesor principal en la Universidad Nacional de San Agustín,
profesor de postgrado en la Universidad Católica del Perú, Vicerrector
Académico en la Universidad Católica Santa María, profesor invitado en
universidades de Chile, Estados Unidos e Italia.
Singular también ha
sido su trabajo al frente del Instituto Internacional de Integración del
Convenio Andrés Bello, como Director Académico. Como tal dirigió programas de
postgrado en universidades de Ecuador, Bolivia, Panamá, Perú y Venezuela.
Experto y crítico de
arte, era el más entendido en el país en cuanto a la obra de Miguel Angel.
Pero sus afanes
culturales lo llevaron a crear la Casa de la Cultura de Arequipa, siendo
regidor de la Municipalidad Provincial. Fue precisamente esta experiencia que
determinó la creación, primero de la Casa de la Cultura del Perú y luego del
Instituto Nacional de Cultura.
En su momento reunió
en Arequipa a más de una treintena de narradores y novelistas nacionales en el
denominado "Encuentro de Narradores". En este evento participaron
consagrados como Ciro Alegría, José María Arguedas, Enrique López Albujar y nuevos
valores como Mario Vargas Llosa.
En los últimos años,
la investigación histórica como la defensa de la vida fueron sus mayores
intereses. Estas inquietudes lo llevaron a participar como delegado peruano a
la Asamblea de las Naciones Unidas para la Población realizada en El Cayro y
donde defendió una importante tesis en contra del aborto y a favor de la vida,
apoyada por delegados de diversas confesiones religiosas.
Conversador
incansable, llegó a aclarar mis viejas preguntas de alumno y amigo sobre
aspectos históricos vinculados con el Escudo de Armas de la ciudad, siguiendo
el rastro que, nuestro común amigo, el sacerdote jesuita Enrique Fernández García nos indicara y que lo llevó al Archivo
Ducal de Alba.
Durante la última
década nos intrigaba la figura del Deán Valdivia. Estimábamos a la luz de
algunas referencias documentales que su imagen estaba distorcionada por un
hálito "revolucionario" que se explotaba. La comprobación la logró un
común amigo: José Antonio Benito.
Pero nuestros grandes
afanes en común sin duda han sido: La Academia Lauretana y Sor Ana de los
Angeles Monteagudo. Anoche precisamente, un grupo de amigos historiadores
Guillermo Galdos, Eusebio Quiroz Paz Soldán y Enrique Ballón, presentaron un
importante trabajo sobre "La Academia Lauretana". Sólo queda la
biografía de "La Beata Ana de los Angeles Monteagudo" por
concretarse.
Coleccionista de
partituras musicales y de planchas de hierro, Gustavo Quintanilla Paulet,
sobrino del sabio Pedro Paulet Mostajo supo vivir la paciencia.
Y tal como él mismo
repitiera del poeta Ricardo León: "Saber vivir es arte de paciencia, pero
saber morir, ciencia de gloria"

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