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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

domingo, febrero 04, 2018

Los jesuitas arequipeños


Los jesuitas arequipeños

Dante E. Zegarra López
AREQUIPA AL DIA
Los primeros jesuitas que llegaron al Perú, desembarcaron en el Callao en 1568, cumpliendo una disposición de San Francisco de Borja, Superior General de la Compañía. Cinco años más tarde, tres de ellos llegaron a Arequipa, procedentes del Cusco, pero en 1578 se instaron en estas tierras.
A través de la historia de estos 420 años, la presencia de arequipeños en la Orden que fundara San Ignacio de Loyola, ha sido constante hasta nuestros días.
Esa presencia arequipeña en la Compañía de Jesús se concretó el 19 de diciembre de 1574, cuando un mestizo, natural de Arequipa, fue admitido en el noviciado jesuita.
Bartolomé de Santiago se convirtió en esa fecha, en el primer arequipeño en enrolarse en los predios jesuitas. De padre español: Juan de Santiago y madre india: Francisca, Bartolomé de Santiago, vivió en Arequipa durante dos décadas.
Ingresó a la Compañía habiendo oído Artes, muy posiblemente en Lima, pues su padre un mercader de cierta importancia, se trasladó con sus hijos, años antes, a los Reyes.
A los dos años de su permanencia en el Noviciado de los jesuitas, el Padre Visitador, Juan de la Plaza, decía de Bartolomé: "tiene buena salud, buen juicio e ingenio; talento para doctrinar, confesar y predicar a los indios: sabe la lengua indiana. Es humilde y obediente, devoto y aplicado a la oración; está quieto y consolado en la vocación de la Compañía; es mestizo". Este retrato de Bartolomé de Santiago, se confirmaría en los siguientes años.
La labor misionera del arequipeño Santiago, empezó en 1576, en Huaral, al norte de Lima. El fue el primer doctrinero de los nativos de esa zona.
En 1577 el padre Agustín Sánchez escribió sobre los naturales de Huaral que: "Claramente decían que no eran cristianos, ni sabían de Dios, sino desde que el año pasado les predicó el Hermano Santiago".
El trabajo misional que le encomendaran sus superiores, llevaron a Bartolomé de Santiago primero a Chachapoyas y Cajamarca, a Moyobamba, Jaén de Bracamoros, Chetoto, Omia y  Timal, a Paellas, Chibalta y Quitaya.
De la sierra norteña y casi ecuatorial, Bartolomé de Santiago pasó en diciembre de 1578 al altiplano frío y sureño, para cumplir con su misión evangelizadora, en Potosí.
Convocado el Tercer Concilio Provincial Limense, el padre Bartolomé de Santiago, junto con otros dos jesuitas, el igualmente mestizo Blas Valera y el hispano José de Acosta ofrecieron todo su concurso, en la traducción, los dos primeros, y en la formulación y redacción del Catecismo para indios, el último.
Para esa época Bartolomé de Santiago tenía ocho años en la Compañía, había estudiado Humanidad y dos cursos de Artes y casos de conciencia. Tenía votos de Escolar y su labor era la de confesar y predicar a los indios además de ser lector de gramática.
El padre Santiago fue propuesto ante el Prepósito General de la Compañía para ser considerado Coadjutor Espiritual Formado, antes de retornar a su labor misional en el Colegio de Potosí. Allí murió víctima de los estragos de la peste que asoló la población indígena, con la que mantuvo una relación muy estrecha. "Murió víctima de la caridad. El dolor de todos y la celebridad del funeral, dejó en claro el amor de todo el pueblo para con él" según quedó constancia escrita.
Según un anónimo elogio fúnebre, para explicar la labor pastoral que cumplió en Potosí, bastaba con señalar que cuando llegó encontró sólo 80 miembros en la Cofradía de Nuestra Señora y que a su muerte, el número se elevaba a más de mil quinientos.
Pero si estas afirmaciones constituyen de por sí un elogio y un homenaje a un sacerdote mestizo que se entregó plenamente a la misión evangelizadora entre sus hermanos menos favorecidos, mucho más grande resulta el homenaje, resumido en dos palabras que le brindó el pueblo andino, al nombrarlo simplemente como "Mizqui Simi", por su palabra suave, su dulce y profundo hablar.
Pero la presencia de arequipeños en la Compañía de Jesús no queda allí. La historia registra el nombre de Francisco del Cuadro,             que se dedicó a las misiones entre los Conchucos, antes de ser rector en los colegios Santiago de Arequipa y San Pablo de Lima y del Noviciado. También fue Provincial. Escribió la obra: Carta de edificación sobre la vida y muerte del P. Rodrigo de Valdez.
Igualmente entre los jesuitas arequipeños figuran Ignacio y José de las Roelas. El primero, Ignacio, tío del segundo enriqueció el Noviciado con una pila de alabastro y, al templo de San Pedro con 16 frontales de plata para los altares y, a la Penitenciería con los cuadros de la vida de Cristo.
José de las Roelas ejerció la enseñanza en Trujillo. Al sobrevenir la expulsión de los jesuitas era Rector del Colegio de Guamanga. Con sus hermanos religiosos estuvo desterrado en Italia, falleciendo en Ferrara.
Escribió las obras: “Philosophia Tripartita”, “Disertación sobre la estada de San Pablo en la península”, “Jerarquía eclesiástica peruana”, “De locis theologicus” y un poema latino titulado “Vulcanus arequipensis”.
Uno de los más importantes, por los acontecimientos que le tocó vivir fue, sin duda alguna José Isidro Barreda, nacido en 1687 y muerto en 1763, en Arequipa.
Fue superior del Colegio de Arequipa y sucesivamente de los de Potosí, Cusco, Chuquisaca y La Paz, así como de la Casa de Probación de Santiago en Lima.
Inicialmente fue Visitador de las misiones del Paraguay y luego actuó como Provincial. En el desempeño de estos cargos tuvo que dar cumplimiento a las órdenes reales sobre el traslado de setentisiete pueblos de las misiones del Paraguay.
El padre José Isisdro Barreda trató de dilatar la ejecución de la orden en la esperanza que el gobierno español cayera en cuenta de la lesión que se infería los guaraníes.
En Córdova el padre Barreda reunió a los jesuitas en Congregación Provincial y adoptó en ella las medidas más acertadas para el buen régimen de las Misiones.
Desde el punto de vista libertario de América, un arequipeño vinculado con los jesuitas, es Juan Pablo Vizcardo y Guzmán que juntamente con su hermano José Anselmo, eran novicios cuando seprodujo la expulsión de los jesuitas del Perú.
Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, junto con su hermano, en el destierro empezó a elaborar su plan para la emancipación de América.
En esos afanes estableció contacto con autoridades del gobierno inglés y el embajador de los Estados Unidos. Producto de esos afanes dejó escrita su “Carta a los españoles americanos”, que es el documento básico para la emancipación americana.
Ya en el presente siglo, sin duda alguna, el jesuita arequipeño más importante es monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio S.J. Fue alumno y luego profesor en el colegio San José. Obispo, primero de Huaráz y luego arzobispo de Piura y Arequipa, monseñor Fernando Vargas, se convirtió en el primer y único jesuita, hasta el momento, que ha regido la arquidiócesis de Arequipa.
Durante su gobierno pastoral se verificó la visita del Papa Juan Pablo II y, se beatificó a Sor Ana de los Angeles Monteagudo.