Dante E. Zegarra López
No podía ser de otra manera. Tenía que partir y partió
como otras tantas veces, después de un Cursillo, como el que concluyó el
domingo.
Esta vez, este lunes, no fue a Tacna. Estaba en Tacna su
patria chica y partió a la Patria Celestial.
Una noche invernal, como la de estos días, hace más de
una década, reunidos en la preparación de equipos de Cursillos, su presencia
puso una nota más de alegría y de esperanza.
Con una tenida de sport, con su aire de galán de cine,
luciendo unos envidiables y bien acicalados bigotes se compenetró de inmediato
en la problemática de nuestra reunión.
Nuestro asesor, el P. Jorge Carlos Beneito S.J. lo
presentó: "Tito es un hermano que ha hecho Cursillos en el Callao" ‘
Se estudiaba la necesidad de la presencia de un
"rollista" para Piedad y a boca de jarro le pregunté: ¿Qué rollos has
dado? "Todos", fue su respuesta. Y no mentía.
Casi al final de la reunión, conocimos la razón por la
cual Tito había dado todos los rollos. Él era un sacerdote y un sacerdote
jesuita.
Venía de haber trabajado en "Fe y Alegría", en
las zonas marginales de Lima, donde como él decía "había sido evangelizado
por los pobres".
Incansable conversador, había estado en Cuba, cuando los
peruanos estábamos prohibidos de visitar esa isla del Caribe.
Al viaje de nuestro asesor, cuando éste tuvo que seguir
estudios en los Estados Unidos, lo relevó y su desbordante personalidad invadió
todos los ambientes del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
Una década de trabajo en los Cursillos de Arequipa,
ayudando a dar el arranque vigoroso y valiente para construir una iglesia
militante y operante, lo convirtió también en el refugio de muchos
desesperados.
Aún, cuándo las fuerzas físicas, mermadas por un cáncer
en los últimos meses ya no le daban para más, la gente le pedía consuelo y
absolución de sus pecados. Y él, que no había aprendido a decir no, atendió sus
reclamos!
Del cáncer habíamos hablado, cuando fui sometido a
quimioterapia. Le explicaba mi teoría: El cáncer por sí solo no mata, sino el
miedo al cáncer. Pero si has vencido al miedo, puede ser la quimioterapia quien
te mate. Y sino, seguirás viviendo hasta cuando el Señor disponga". Reía
de la ocurrencia. Y él, después de casi 20 meses de quimioterapia, lo sabe.
Está en brazos del Señor, a quien se entregó.
Su vida pastoral: transcurría entre un Cursillo y otro,
que lo agotaba, pero al mismo tiempo lo impulsaba a seguir en su reafirmación,
matizando en medio de ellos con la dirección de Ejercicios Espirituales.
"Yo me encuentro muy contento porqué es una gran
experiencia espiritual y uno va viendo cómo el Señor va "trabajando"
en las personas. Es una experiencia fuerte, recia... no pierdo la esperanza de
acompañarlos a ustedes, a muchos de ustedes, alguna vez, en esta
experiencia...vayan pensándolo!" nos escribió, a un grupo de
"fariseazos" del MCC en medio de unos Ejercicios de San Ignacio que
dirigió en Cochabamba.
Muchos somos los que recorrimos con él, el peregrinaje de
Cursillos, a Ignacio y sus Ejercicios Espirituales, a Tony de Mello con sus
inquietantes aseveraciones o a Carlos María Martini y sus reflexiones.
Su niñez le marcó la vida amando la naturaleza. "En
la playa, al atardecer nos sentábamos alrededor de papá y mamá, para admirar la
caída de sol y, cuando éste dejaba escapar el último rayo, aplaudíamos",
recordaba con alegría.
Estudió en el Coronel Bolognesi y cuando menos pensó
sintió el llamado del Señor, para ser jesuita. "Al día siguiente de haber
sido ordenado, se me acercó mi padre y se puso de rodillas. Le dije, qué haces
papá. Me replicó, no eres cura, pues confiésame. Y allí, temblando por la
tremenda responsabilidad de extender el signo visible del perdón de Dios, lo
absolví".
Las celebraciones Eucarísticas de los equipos de
Cursillos eran su gozo personal. Celebradas en la intimidad de una comunidad de
fe, resultaban solemnes y sencillas al mismo tiempo.
Su buen gusto se reflejaba en todo y de ello quedará
testimonio en él Oratorio de los equipos, en Manresa.
Alegre y jovial, de expresión matizada de figuras, para
quienes no hablaban su lenguaje lo podían suponer irrespetuoso.
Proscribió, por la forma como Cantábamos, (él decía que
lo hacíamos como un tangazo) el canto eucarístico "Un espiga dorada por el
sol".
Y ahora, cuando nuestro hermano, Alberto Tapia del
Alcázar S.J. goza de la paz del Señor, comprendo que él es esa espiga dorada
por el sol. Él es ese racimo que corta el viñador, en ese inagotable Quinto
Día.
(Diario Arequipa al día, 14 de junio de 1994)

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