En estos días cuando
los plazos para la asociación de regiones penden como una espada de Damocles sobre
nuestros departamentos y los políticos, dirigentes de nuestros gobiernos
regionales, intentan ponerse de acuerdo, los pueblos siguen avanzando con la
mirada al frente.
Y es que la llamada
integración macro-regional que nos han vendido como panacea y como algo
artificial que debe constituirse, ha sido construida por los pueblos desde
siglos atrás.
Cuando Francisco
Pizarro tratando de articular su gobernación fundó Arequipa entre el altiplano
y la costa, creó concientemente los flujos económico y social que hacen
sostenible en el tiempo una jurisdicción política como la que conforman los
departamentos del sur.
Y mucho antes, los
flujos de intercambio entre la sierra y la costa establecieron la
interdependencia de los pueblos.
Para nadie, salvo
para los presidentes regionales y algunos alcaldes, es desconocido que la
llamada macro-región sur existe de hecho. El comercio, las migraciones y hasta
las carreteras que los unen, la han creado hace muchos años.
Lo que falta es la
voluntad de los políticos de nuestras regiones, para reconocer la realidad y en
virtud de ella, juntarse venciendo el miedo serval que parece dominarles ante
la posibilidad de perder el poder tribal que tanto disfrutan.
Ellos debieran
aprender de los pueblos que dicen representar. Deberían tener la mirada al
frente lo que les permitiría visualizar las necesidades de esos pueblos y los
problemas que presenta la legislación actual sobre la regionalización.
Pero nuestros
políticos, dirigentes regionales, han preferido hacer obras en las ciudades,
compitiendo con los municipios en vez de sentar las bases mínimas para exigir
una real descentralización del poder. Estas bases mínimas pasan por el simple
acopio de la información estadística, que actualmente carecen. ¿Cómo pueden
planificar el desarrollo futuro, sino conocen qué es lo que existe? ¿Cómo
reclamar al Gobierno Central del escarnio económico sufrido hasta ahora?
Por otro lado deberían
poner sus esfuerzos políticos para lograr una verdadera transferencia de
funciones y lo más importante, lograr una real autonomía.
Autonomía que permita
identificar, planificar y ejecutar las obras que cada jurisdicción requiera. Y
hacerlo sin el tutelaje que se ha impuesto el Gobierno Central para escarnio de
las regiones. Autonomía que debe pasar fundamentalmente por el dinero que le
corresponde a cada región, según su aporte a la economía nacional. Esos es
tener los pies en tierra y la mirada al frente.
(Dante E. Zegarra López, 21 marzo 2005 Diario Arequipa al día)

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