Por Dante E. Zegarra López
Cada año, en el mes de octubre,
miramos con discreción y preocupación el final del proceso de ascensos en
nuestra Fuerza Armada. Es el mes en el que se repite, como una letanía,
especialmente en el Ejército, denuncias de favoritismo y amiguismo.
Este año, no ha sido la excepción. Un
arequipeño, coronel de infantería, Luis Flores, al parecer fue la víctima. Fue
sacado del cuadro de ascensos al grado de general de brigada.
Casos como este, e incluso mucho más
graves, se verifican año en pos de año. Uno de los más saltantes de los últimos
tiempos, se produjo durante el gobierno del presidente Alan García Pérez.
Haciendo mal empleo de su condición de Jefe Supremo de la Fuerza Armada,
ascendió al Jefe del Regimiento Escolta, sin que este hubiese alcanzado la
vacante correspondiente. Algo similar intentó hacer en la Marina, pero este
Instituto hizo respetar las leyes y reglamentos. No así el Ejército.
Otro caso similar fue denunciado en el
2012 por el general de brigada (r) Roger Zevallos Rodríguez, como una grosera
manipulación en los ascensos en el Ejército. El hecho involucró, a quien es
actualmente Comandante General del Ejército, Roger Emilio Hurtado Jiménez. En
el cuadro de méritos al 30 de septiembre, figuraba en el puesto 12 de los
aspirantes a general de división, con 90 puntos. Un día después fue ubicado en
el segundo puesto con 98.33 puntos. El general de brigada Fernando Leoncio
Acosta Rodríguez, inicialmente ubicado en el tercer puesto con 94 puntos,
insuficientes para el ascenso, apareció finalmente en el primer lugar con 99
puntos. Con esta arbitrariedad, cocinada en una noche, dos oficiales con
méritos profesionales fueron postergados.
El general Zevallos Rodríguez,
denunció también que el coronel Rafael García Panta, fue ascendido a general de
brigada a pesar de ubicarse en el décimo puesto del cuadro, habiendo opción
sólo para los cinco primeros. Los coroneles de Infantería Fernando Acosta
Rodríguez, Daniel Forno Castro Pozo y Juan Salazar Laba y de Ingeniería José
Galindo Herrera, fueron promovidos, gracias al cambiazo en el Cuadro de
Méritos.
En años anteriores, llegaron a ser
oficiales generales, quienes habían falsificado o alterado documentos de sus
hojas de servicio. Un caso que me viene a la memoria es el de un general que
llegó a ser Inspector en la Región Sur, que obtuvo el ascenso teniendo un
proceso disciplinario en marcha. Fue el propio Comandante General del Ejército
de ese entonces, Otto Guibovich, quien conociendo el caso, lo apañaló. Ambos
tenían la misma especialidad y, por un falso espíritu de cuerpo, socapó la
inmoralidad. Guibovich, hizo público que el proceso había concluido, faltando a
la verdad.
Estos casos muestran la necesidad de
establecer parámetros que imposibiliten que oficiales mediocres lleguen a
ocupar los altos mandos militares, sólo por el hecho de pertenecer a la
promoción del Presidente de la República o por estar recomendado de alguien
cercano a la esfera del primer mandatario.
Observar los ascensos militares
actuales, nos hace recordar los tiempos del cogobierno Fujimori-Montesinos, en
que se modificaban los cuadros de Méritos, para ascender a los oficiales que
pertenecían a la promoción del asesor.
Hoy, los favorecidos con los soles
radiantes de las insignias de generales son los integrantes de la promoción
“Héroes de Pucará y Marcavalle”, a la que pertenece el teniente coronel Moisés
Ollanta Humala Tasso, hoy Jefe de Estado.
Desde el 2010 hasta este año, 22
integrantes de esa promoción de la Escuela Militar de Chorrillos llegan a ser
oficiales generales. De ellos sólo uno fue ascendido en el gobierno anterior.
De hecho la promoción “Héroes de Pucará y Marcavalle” ha establecido un récord,
difícilmente superable.
La promoción “Montesinos” como se
conocía a la “Centenario del Combate del Dos de Mayo de 1866”, logró totalizar
20 generales, de los cuales, por lo menos siete, fueron divisionarios.
Si observamos los antecedentes
profesionales de los oficiales de la promoción “Héroes de Pucará y Marcavalle”,
podremos colegir que el calificativo de mediocre, es el adecuado.
Para comprobar lo aseverado, basta
señalar que ninguno de los 187 integrantes de esa promoción, obtuvieron nota
que les permitiera lograr el ascenso al grado de coronel, a la primera
presentación. Para los entendidos del campo castrense, los oficiales que tienen
algún mérito en esa promoción, se pueden contar con los dedos de una mano.
Durante años, los ascensos a oficiales
generales, debían contar con la aprobación mayoritaria del Congreso de la
República. Ello originaba el desfile interminable de los postulantes a la
séptima y octava jerarquía militar, por entre los curules, convirtiendo a este
proceso en un hecho político.
Para superar esa situación se optó por
que sea el Presidente de la República,
quien refrendase los ascensos, que en principio debían ser decididos por las
juntas calificadoras de los Institutos castrenses.
Bien pronto, se apreció que esta
medida quedaba distorsionada o vulnerada por las interpretaciones “auténticas”
que se iban manejando conforme las inclinaciones del gobernante político
deseaba. Así las invitaciones de pase al retiro como los ascensos, se han
venido manejando en los últimos años. Esas maniobras permiten mantener el
control de los mandos superiores de las instituciones militares.
Aun cuando la vigésima quinta política
de estado del Acuerdo Nacional: señala como deber del Estado la “Cautela de la
institucionalidad de las Fuerzas Armadas y su servicio a la democracia”, no
existe respeto a la mencionada institucionalidad. Las pruebas de ello, están
resaltadas en las líneas anteriores.
Observando los hechos verificados en
materia de ascensos durante el gobierno de Fujimori y su asesor Montesinos y
contrastándolos con los realizados por el gobierno de Humala Tasso y su asesor
Villafuerte, es difícil encontrar diferencia.
Desde hace años, todos los hechos
apuntan a una necesidad de cambio. Un cambio que no signifique un maquillaje de
las normas existentes o, lo que es peor, una maniobra para el control de la
Fuerza Armada, como el que se quiere dar mediante la propuesta de Ley que el
Ejecutivo envió al Congreso para modificar los artículos 6, 7 y 10 de la Ley de
Ascensos de Oficiales (Ley 29108)
Desde el interior del Ejército se han
levantado voces que reclaman que “no se quiere “élites” mal seleccionadas,
mucho menos que no tengan las calidades y cualidades que merece el pueblo del
Perú, peor que ostenten signos exteriores de riqueza incoherentes al bajo
sueldo”.
Esas mismas voces señalan que “Si hay
militares de cualquier jerarquía con propiedades o gastos que superan a sus
ingresos, se podría pensar que no se obtuvieron lícitamente, y se sabe que ese
tipo de personas siempre irán por más. ….Esos, no se quiere en el Ejército de
Bolognesi!....”
Buscando, se dice, una mejor forma de
evaluación de los oficiales aspirantes a los mandos superiores, en los últimos
años se ha hecho uso del llamado “aplausómetro”. Este sistema se refiere a la
nota de concepto que colocan los superiores en el grado a un candidato, siempre
y cuando se encuentre en condiciones de evaluarlo. Lamentablemente, se ha
distorsionado esta medida pues todos se sienten con que reúnen tal condición,
incluso aquellos que nunca conocieron al oficial candidato.
El “aplausómetro” o como técnicamente
se denomina “apreciación del comando” tiene un peso de 10 por ciento de la nota
que califica la “aptitud profesional”.
Los otros factores en este rubro son: Antecedentes académicos (25%);
Antecedentes de desempeño operativos y administrativos (65%). La suma de la
aptitud disciplinaria (20%) y la aptitud profesional (80%) dan como resultado
la nota final del candidato a ascenso.
Quienes conocen el sistema de
evaluación militar señalan que “La diferencia entre candidatos al Ascenso a
General de Brigada y General de División, por efecto de un sistema de
evaluación mal aplicado, es de milésimas, existiendo poca diferenciación entre
“buenos” y “malos”, pues la mayoría es evaluado anualmente con notas de
atributo “sobresaliente”, es decir superiores a 95 puntos.
Según el general Roger Zevallos, la
manipulación del factor “apreciación del comando” puede cambiar fácilmente la
vida de muchos Oficiales candidatos.
Otros oficiales han señalado que
factores que afectan la calificación, están relacionados directamente a la
falta de uso de la Libreta de Apreciación y registro inadecuado de evaluación
periódica; al temor de perjudicar a los evaluados con notas que en el consenso
son apreciadas como malas; a la calificación basada en los últimos meses o
semanas previos a la calificación.
Otros factores negativos en el actual
sistema de calificación de los oficiales es la asignación de notas basada en
vínculos de amistad formados durante el año o previamente; la existencia de
Oficiales proclives a la adulación activa o pasiva; la apreciación de personal
bajo influencia de intereses particulares; el premio o castigo a “lealtades”
mal entendidas; la pereza del calificador para no realizar una apreciación
detallada del calificado y la lentitud en el trámite de los Informes de
Evaluación.
Desde el pasado 2 de septiembre, el
proyecto presentado por el Ejecutivo para modificar los artículos 6, 7 y 10 de
la Ley de Ascensos de Oficiales de la Fuerza Armada, se encuentra listo para
ser incluido en el Orden del día. La Comisión de Defensa Nacional, Orden Interno, Desarrollo
Alternativo y Lucha contra las drogas, aprobó el dictamen por mayoría, con 9
votos a favor de un total de 17.
So pretexto de aprovechar la
experiencia de los oficiales, se pretende alargar el tiempo de servicios. Esta
medida permitiría que los integrantes de la Promoción “Héroes de Pucará y
Marcavalle” (1984) se mantengan en filas hasta el 2024.
Es bueno recordar que hasta el 2004 un
general de división pasaba al retiro a los 60 años y desde el 2012 a los 66.
(28
octubre 2014)

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