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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

martes, enero 16, 2018


La Columna del Director: El arte de gobernar


Como decía Nicolás Maquiavelo “Yo creo que el mayor honor que los hombres puedan tener es el que voluntariamente les otorga su patria”.
Y ese honor no es otro que llegar a gobernar a su pueblo, su ciudad, su provincia, su región o su país mediante la elección de sus conciudadanos.
Esto, sin olvidar que gobernar es la capacidad de mandar con autoridad; es guiar, conducir y dirigir a buen fin la entidad que rige por la voluntad ciudadana.
Ello sin dejar de recordar que autoridad significa poder; por lo tanto, el poder político consiste en imponer autoridad en un conglomerado social por medio del consentimiento, que es voluntario; por medio de la coerción, vale decir por la fuerza; o por ambos.
Claro está que en este sentido, la gobernabilidad se establece sobre la base de dos aspectos contradictorios: consenso y conflicto.
Esta es la razón por lo cual el gobernante debe practicar el arte de “tender puentes” para minimizar los conflictos que se originan por las contradicciones latentes en el seno de la sociedad y que consisten en el choque de intereses y objetivos divergentes entre los grupos, clases, sectores o fuerzas que conforman la “urdimbre social”.
Lo razonable también es que el gobernante o mandatario, cuide bien de servir a sus conciudadanos antes de servirse a sí mismo, porque el ilícito aprovechamiento del poder es lo que exacerba los ánimos de éstos.
Cuando una medida administrativa, cuando la ejecución de una obra está pensada en favorecer a los intereses del gobernante, disfrazándolos con la pátina del bien público, afectando los intereses de otros ciudadanos, el gobernante pierde el valor moral de su mandato.
Mucho más grave y condenable es la actuación de un gobernante, de cualquier nivel, que lucra con la ejecución de las obras públicas. Es cierto, que en el caso del Perú la “coimisión” es ya una institución entre cierto sector de malos funcionarios. Para ellos, la anécdota que protagonizara el mariscal Ramón Castilla con el compadre que nombró como autoridad en su pueblo es la regla. Especialmente cuando recuerdan que ante la queja del compadre de no recibir ingresos por el cargo al que fue nombrado, el mariscal Castilla se limitó a decir: “Haga usted obra, pues compadre”
Aunque los conflictos existen permanentemente en el seno de la sociedad, quien gobierna recordando que es mandatario, está obligado a encontrar la manera de resolver los conflictos, limitarlos o controlarlos, mediante el consenso y la contención.
El consenso sólo se logra mediante el diálogo, mas no por la imposición, medida que sólo agrava las relaciones entre gobernados y gobernantes.
Cuando la imposición prima en el actuar de un gobernante elegido por el pueblo, sea cual fuere su nivel, la democracia es quien sufre las consecuencias, tal como lo hemos comprobado a lo largo de nuestra historia ciudadana, de nuestra historia patria.
Obviamente, según sea la mayor o menor gravedad de estos conflictos entre las partes que configuran la sociedad, la situación o realidad, local, provincial o nacional será buena, regular o mala.
El buen arte de gobernar consiste en tener que escoger constantemente entre estos dos extremos: gobernar dando prioridad a los intereses ciudadanos o gobernar anteponiendo los intereses personales, particulares o de grupo.
¡Distinguir entre los intereses del pueblo, del Estado, el de la Nación y del suyo propio, elegir sus modelos y escoger y seguir una línea ética de conducta, es la base del arte de gobernar.

Dante E. Zegarra López
(Arequipa al día, 25 mayo 2006)