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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

martes, enero 16, 2018


La Columna del Director: ¿Hasta dónde, hasta cuándo?

El presidente de Venezuela, desde su nueva sede de gobierno, instalada en La Paz (Bolivia) por obra y gracia de los petrodólares, ha vuelto a las andanzas. Ya decían nuestras abuelas, que la cabra siempre tira al monte.
Sin ningún rubor y como si fuera el tutor de alguien, se inmiscuye en los asuntos internos de nuestro país y no deja de insultar y de aplicar calificativos a diestra y siniestra contra nuestro presidente de la República, que es el Jefe del Estado y que personifica a la Nación Peruana.
Los peruanos tenemos derecho y deber de enjuiciar, fiscalizar y hasta calificar a nuestro Presidente, porque él ejerce ese cargo por delegación que le hemos entregado mediante nuestro voto. Somos los únicos que tenemos ese derecho en el Perú. Ese derecho no lo tiene ningún cachaco llanero, ningún cocalero altiplánico o ningún guerrillero caribeño.
Ante esas descaradas intromisiones los peruanos no debemos dejar de recordar la historia de las vinculaciones que han existido al comienzo, al nacimiento de nuestras naciones, para aprendiendo de ella, sepamos defender a nuestra patria. No debemos dejarnos intimidar, porque ese es el primer deber nacionalista que debemos tener los peruanos.
Perú y Bolivia, fueron un solo país hasta agosto de 1825, en que por obra y gracia de un general venezolano, separó el Alto Perú, para rendir homenaje, rendir pleitesía, para alabar a su jefe. Por eso el Alto Perú se llama Bolivia y su capital lleva el nombre de Sucre. De esa forma, entre otras, ellos nos cobraron su presencia en nuestra guerra de la Independencia.
Los peruanos de aquella época, al comprobar que la Constitución que dictó para el Perú el militar venezolano, tenía la intención de perennizarlo en el poder en forma vitalicia cortaron a tiempo su mandato. En aquellos días los parlamentarios arequipeños jugaron un papel importante para derrocar al dictador en ciernes.
En nuestros días, un mal imitador de ese general al que hicimos mariscal, pretende reeditar los afanes hegemónicos y dictatoriales que 180 años atrás evitamos los peruanos.
Ese cachacote llanero que nos insulta a todos los peruanos, insultando a nuestro Presidente, no ha aprendido los modales de un estadista, de un mandatario y del respeto que se debe tener entre las naciones, entre los países.
Parece ser que la abundancia de petrodólares en su alforja le hace sentir que está llamado a gobernar, cual rey, a las repúblicas vecinas empleando testaferros a guisa de virreyes y por eso se traslada desde su patria hasta su nueva capitanía. Así, adopta la misma postura que nuestras abuelas condenaban de quienes teniendo dinero no sabían actuar. A ellos, los llamaban “burros con alforjas”.
La práctica más elemental del derecho internacional, presupone que no debiera de haber algún intento de tratar de influenciar a los electores de cualquier país por parte de otro presidente, como acaba de recordarlo Llyod Axwhorty, jefe de la Misión de Observadores Electorales de la OEA en Perú.
Y es que de acuerdo con la Carta Democrática Interamericana los electores de cada país tienen el derecho de hacer su propia elección sin ningún tipo de interferencia desde afuera.
Es tiempo de pedirle a la Organización de los Estados Americanos, que ante la fragante intromisión del presidente de Venezuela, en asuntos internos del Perú que son de sólo competencia de los peruanos, aplique las medidas acordadas en su oportunidad. De otra manera el caos de la prepotencia comenzará a imperar en nuestro subcontinente.
Dante E. Zegarra López
(Diario Arequipa al día, 30 mayo 2006)