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Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

miércoles, enero 17, 2018

La Carta del Director: Al comienzo de la Semana Santa


La Carta del Director: Al comienzo de la Semana Santa


Estimado(a) Lector(a):
Cuando me trasladaba de mi domicilio a la redacción del diario, conversé con el chofer del taxi. El me planteó su inquietud en torno a la celebración de la Semana Santa en Arequipa. Para él, que no pasa de los 40 años, los arequipeños hemos perdido el sentido y la profundidad de la Semana Santa.
Intercambiamos ideas y encontramos que su observación era valedera sobretodo con la pérdida paulatina de los valores propios de la ciudad, producto de la migración, el mestizaje y la globalización de las costumbres, que hacen que estos días que antaño eran de recogimiento sean ahora de relax y despreocupación.
La conversación, aunque quedó inconclusa, reforzó una idea que me venía moviendo el espíritu en los últimos días. Tener una reflexión personal y motivar a través de ella a una reflexión de usted sobre temas fundamentales que surge a propósito de los temas que se meditan en Semana Santa.
Sabemos que cada generación es testigo de la lucha entre el bien y el mal, cada siglo va desvelando el proceso que culminará con el fin del mundo. Del fin no sabemos ni el día ni la hora, pero Jesús nos exhorta a estar alertas, no solo ante el fin del mundo sino también para saber interpretar los signos de los tiempos actuales y responder a la luz del Evangelio.
En ese marco espiritual este Domingo de Ramos o también Domingo de Pasión nos permite reorientar nuestra actitud frente a la vida, pues ningún cristiano puede ser, en ella, un mero espectador. No olvidemos que solo con una visión teológica de la historia se logra entender lo que sucede en el mundo. Todo, sea de índole política, económica, social, cultural, natural, moral o religiosa está bajo la Providencia de Dios y servirá Sus designios, pues al fin y al cabo Jesús es el Señor de la Historia.
Hoy, como sabemos, es Domingo de Ramos y en el celebramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Pero entra como un rey humilde, pacífico y manso. No entra con tanques ni con metralletas para conquistar la ciudad. Tampoco entra en un caballo blanco al sonido de las trompetas, como lo hacían antaño los emperadores o los generales romanos después de vencer a los enemigos. No. Jesús entra montado en un burrito, signo de humildad y de mansedumbre.
Es aclamado por gente buena y sencilla, y una gran cantidad de sus discípulos son mujeres y niños. Lo proclaman rey no con el estruendo de las armas, sino con los gritos de júbilo. Y no agitan bayonetas o pancartas, sino ramos de olivo y de laurel, signos de la paz. ¡Éste es Jesús, nuestro Rey, el Rey de la paz y del amor verdadero, el que entra hoy triunfante a Jerusalén!
Lo importante de este pasaje es que Jesús, este Rey, no se ha preocupado de las encuestas de popularidad para llegar a que lo aclamen. El desarrolla el plan que su Padre le señaló, sin claudicar en ningún instante al fundamento que encarna su vida: el amor y la verdad.
No emplea el engaño, el ardid para que lo sigan y lo aclamen. Tampoco cambia su discurso ni claudica de este ante el peligro de ver la cercanía de su pasión y muerte.
Ahora que los modernos reyes, los gobernantes, rigen su actuación por el vaivén de las encuestas, variando su discurso de acuerdo a lo que quiere escuchar el auditorio, es importante que todos meditemos sobre el valor de la integridad y de la consecuencia, de la verdad, el servicio y el amor.
Dante E. Zegarra López
dezegarra@gmail.com
(Diario Arequipa al día, 31 marzo 2007)