dante1944

Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

miércoles, enero 17, 2018


La Carta del Director: El Señor de la Sentencia

Estimado(a) Lector(a):
Nos encontramos en la víspera del triduo pascual, la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo y como los días anteriores tratare de contrastar el texto del Evangelio con nuestra vida diaria, en el propósito de vivir la Semana Santa en activa de reflexión.
Hay una frase del profeta Isaías, que forma parte de la primera Lectura de las misas de hoy, que me motivan a pensar y a escribir. El versículo dice: “No me tape el rostro ante ultrajes”.
Personalmente siento que es una invitación que recibimos todos los hombres a ser profetas donde quiera que estemos. Es decir que tenemos la capacidad de denuncia del mal, porque nuestra fortaleza está en Dios. Esta capacidad implica muchas veces enfrentar a nuestra propia comodidad y allí el valor. Asumir conscientemente una actitud de esa naturaleza implica necesariamente consecuencia e integridad.
¿Cuánto de ello tenemos o ponemos en la vida diaria?
Por otro lado el Evangelio que nuevamente nos enfrenta ante la traición del apóstol Judas nos hace ver claramente que el mal es un misterio. El mal o el pecado, es en sí irracional, incomprensible. No busca sino lo contrario al bien del hombre. Es una destrucción.
Por eso Judas, uno de los doce, amigo íntimo del Señor, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo, conocerlo y, quizás, amarlo. Pero esa ceguera le bajó los ojos a la tierra, a sus propios intereses, tal vez de orden meramente político, inmediato, material y no trascendente, espiritual como exigía el mandato del amor. Dejó de creer. Y porque de creer dejó, también de esperar y, sobre todo, de amar que es el corazón del cristianismo. Salió resuelto a entregarlo.
La traición, como mucha de nuestras actitudes, no vino en un momento. Fue el resultado  de una conciencia deformada paulatinamente, poco a poco, comenzando en las cosas pequeñas hasta terminar... ¡en el pecado más grande!
En nuestra vida diaria, tanto en la vida familiar o laboral, vamos cayendo como Judas en errores y en decisiones erradas que terminan por trastocar la línea recta que debíamos seguir.
Se ha dado cuenta, por ejemplo, que cuando comenzamos a poner un poco de desgano en nuestro trabajo, eso va generando un ambiente poco propicio que termina por alterar no solo las buenas relaciones sino la producción y con ello la seguridad de nuestro trabajo. O cuando, por evitarnos un pequeño problema no decimos la verdad, pronto vamos creando una nueva mentira que armonice con la anterior y así hasta que terminamos por desfigurar nuestra vida. Hoy podemos ver claramente  hasta qué punto llega el mal a torcer los ojos y la importancia de evitar la deformación de nuestra conciencia.
Hoy cuando acompañemos o veamos pasar o recordemos que desde el templo de La Merced sale en procesión el cuadro del “Señor de la Sentencia”, deberíamos detenernos un instante para ver a ese Jesús acusado por los judíos, juzgado por los políticos, descalificado por los sacerdotes, mancillado por los soldados, cautivo por los romanos, condenado por los intelectuales, vilipendiado por su pueblo, ignorado por sus protegidos, negado por su discípulo, traicionado por su amigo, ultrajado por la muchedumbre, sentenciado por gobiernos y gobernantes y a modo de oración preguntar con verdadera humildad “¿Seré yo Señor?”
Dante E. Zegarra López
dezegarra@gmail.com
(Diario Arequipa al día 4 abril 2007)