dante1944

Dante E. Zegarra López, Periodista, Arequipa (Perú)

miércoles, enero 17, 2018

La Carta del Director: Silencio y traición


La Carta del Director: Silencio y traición

Hemos llegado ya al Martes Santo. Mientras que por nuestras calles hoy discurre la procesión que sale del colonial templo de la Compañía de Jesús, el Evangelio nos narra dos revelaciones trascendentales hechas por Jesús: la traición de Judas y la negación de Pedro.
En el primer caso el evangelista nos dice que “Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
Y en el segundo caso el evangelista narra el siguiente diálogo: “Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»  / Pedro le dice: « ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.» / Le responde Jesús: « ¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»
Ambas debilidades muy humanas producto de sentimientos de frustración y falta de fe que a diario son representadas en nuestra sociedad, por nosotros, hombres de toda clase y posición.
Probablemente sino ejercemos un examen completo de nuestras actitudes en la vida diaria tengamos la sensación que estamos libres de conductas de traición y negación.
Pero si observamos a la luz del Evangelio nuestro caminar por la vida, encontraremos que más de una vez hemos sido traidores y en otras tantas hemos negado.
La traición es la alevosía del alma. Y los hombres traicionamos a otros hombres, pero aún más traicionamos nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros ideales. Esa alevosía del alma nos convierte en inconsecuentes. La falta de consecuencia muchas veces nos hace tener la vida en paralelo, una para el fuero interno y otra para la exportación. Afirmamos algo con la boca y muchas veces lo negamos con nuestras manos, con nuestras obras. De esta alevosía está plagada nuestra vida ciudadana. El problema es que no nos detenemos a examinar nuestra vida y por eso no nos damos cuenta de ello.
El silencio también es traición. Por eso cuando callamos o aceptamos sin expresarnos aquello que es malo o va en contra del hombre caemos incursos en la alevosía del alma, en la traición.
Tenemos, los hombres, los cristianos, la obligación moral de expresarnos, de participar activamente en la vida ciudadana para evitar que se consagren males, en forma de leyes. El silencio nos hace cómplices de traición. Para evitar ello, debemos participar, y participar activamente.
La negación generalmente se alimenta de la falta de fe que tenemos en aquello que decimos que profesamos. Y es que la negación se engendra en el alma, expresa un acto del espíritu, es un hecho de nuestro ánimo, una deliberación de nuestra conciencia, una tesis moral. Y la falta de fe convierte en negación hasta los más puros sentimientos que podamos albergar.
Mientras discurro estas ideas y la vuelco en el ordenador, llega a mi mente el recuerdo de una canción que hoy podemos convertirla en oración:
“Una vez más rezaré, de rodillas me pondré; de seguro una vez más él me perdone. / Le diré que lucho en vano, que pequé pues soy humano; de seguro una vez más él me perdone. / /Para un Dios que conoció la tentación, del amigo la traición, yo no dudo me perdone Dios amigo/ / Yo vi sufrir a mi hermano y no le tendí la mano; de seguro una vez más él me perdone. / Murió pobre y desahuciado, yo con los brazos cruzados; de seguro una vez más él me perdone. /
Dante E. Zegarra López
(Diario Arequipa al día, 3 abril 2007)